CUANDO LA FRONTERA CERRABA A LAS DIEZ
Agustín Calvo Galán
Madrid, Ediciones Amargord, 2020, 79 págs.
Nacido en
Barcelona en 1968, Agustín Calvo Galán es articulista y crítico literario,
creador de obra gráfica (fotopoesía, poesía visual, collage…), autor de la
novela El violinista de Argelès
(2018) y de varios poemarios: A la
vendimia en Portugal (Amargord, 2009), GPS
(Amargord, 2014), Amar a un extranjero (Premio
“César Simón”, Denes, 2014), Trazado
del natural (La isla de Siltolá,
2016) y Y habré vivido (La Garúa,
2018).
Ahora, la
editorial madrileña Amargord publica Cuando
la frontera cerraba a las diez, un libro singular situado en una zona
fronteriza entre varios géneros (poemas en verso libre, poemas en prosa y
microrrelatos de desarrollo progresivo) en torno al hecho al que alude el
título (la frontera entre Portugal y España durante algunos años cerraba
durante las horas de la noche) y a dos episodios “narrativos”: el atropello
accidental de un animal y la enigmática muerte de una mujer. Reproducimos dos
fragmentos que se refieren al atropello (de un jabato), relatado en el primer
texto (perteneciente al bloque “Cuando la fronteras”) y recordado en el segundo
(incluido en “Incisos”).
Fue así cómo decidieron girar y volver por donde
habían venido. Entonces ocurrió. Al poner la marcha atrás y levantar al pie del
embrague, el coche chocó contra algo. Ni siquiera había mirado por el
retrovisor. Golpe y frenazo: las cervicales se resintieron durante un buen
rato. ¿Qué puede ser? Si aquí no hay nada. Bajan del coche y ven un animal
tendido, pardo, ocre, su pelo brilla, parece que mueve la cabeza, da miedo
tocarlo, da miedo la oquedad fronteriza con un cuerpo que se debate entre la
vida y la muerte, a sus pies. No es muy grande, debe ser joven. Lo arrastran en
silencio hasta el arcén, entre los dos, se oye un rasgar de pelos húmedos sobre
el asfalto.
Y allí lo dejan,
moribundo.
[p. 18]
Lo dejaste allí tirado. Dirás: lo dejamos allí
tirado. No entiendo qué está insinuando. ¿Qué podíamos haber hecho, meterlo en
el coche? No lo sé. ¿Entonces? Pero, no miraste por el retrovisor… ¿Cómo? Que
cuando pusiste la marcha atrás, no miraste por el retrovisor. No miró por el
retrovisor y puso marcha atrás instintivamente, y después lo dejaron allí
tirado, herido en el arcén. Apestaba y estaba reventado por dentro. Eso no lo
sabes. Tú tampoco.
Respiraba.
[p.70]