TÚ NO MORIRÁS
Eduardo Moga
Valencia, Ed. Pre-Textos, Col. La Cruz del Sur, 2021,
84 págs.
Licenciado en Derecho y licenciado y doctor en Filología Hispánica por la Universidad de Barcelona, Eduardo Moga (Barcelona, 1962), es autor, como poeta (ha cultivado también géneros como el ensayo literario, la crítica o el libro de viajes) de los poemarios Ángel mortal (1994), La luz oída («Premio Adonáis», 1996), El barro en la mirada (1998), Unánime fuego (1999; 2ª edición, 2007), El corazón, la nada (1999), La montaña hendida (2002), Las horas y los labios (2003), Soliloquio para dos (2006), Los haikús del tren (2007), Cuerpo sin mí (2007), Seis sextinas soeces (2008), Bajo la piel, los días (2010), El desierto verde (2011; 2ª edición, 2012), Insumisión (premio al mejor poemario del año de la revista Quimera, 2013; Latino Book Award, EE. UU., 2014), Décimas de fiebre (2014) y Dices (2014). Este mismo año aparece una selección de sus textos en Amargord Ediciones, con prólogo de Jordi Doce, El corazón, la nada (Antología poética 1994-2014). Más tarde, la editorial madrileña Vaso Roto publica Muerte y amapolas en Alexandra Avenue (2017) y ese mismo año la editorial Libros de Aldarán publica Lo profundo es la piel, una antología de poesía erótica al cuidado del poeta y ensayista Christian T. Arjona.
Con este
último libro citado se emparenta el nuevo poemario que publica ahora la
editorial Pre-Textos, organizado en
doce composiciones en prosa poética y en verso (de metros amplios: endecasílabos
y alejandrinos blancos), que tienen como tema nuclear el amor y el erotismo,
contemplado desde la soledad y la separación de la persona amada (“Soy yo el
que anda por el pasillo, sin otra aspiración ni destino que encontrarme conmigo
al final del pasillo”, “… de este poema solo, de este ser solo. De este yo
sobrecogido por la enormidad de la nada”). Con un título próximo al lema
horaciano (Non omnis moriar: no
moriré del todo), y un “tú” (Tú no
morirás) anfibologíco que remite al ser amado pero también al amante (“proclamando
tu no muerte tu acabamiento imposible desacato al tiempo hurgo en ti soy en ti
soy…”), nos encontramos ante textos extensos, obsesivos, abierto a todas las
emociones, tanto beneficiosas como tóxicas, de la pasión amorosa, con un
lenguaje desatado y barroco, ajeno a la razón, repleto de paradojas (“El tiempo
pesa como un planeta, como un insecto”)
que traducen el desconcierto ante una emoción perturbadora e indómita, de una
extraordinaria riqueza léxica que no rehúye lo descarnado y lo escatológico. La
impresión de encontrarnos en el límite de un tratamiento temático y formal se
acentúa con el recuerdo, en la última composición, de esas otras historias de
amor también extremas (Larra y Dolores Armijo, doctor Zhivago y Lara, unos
amantes en el Titanic, las cartas de amor de la monja portuguesa María
Alcoforado, la bíblica Ruth…). Reproducimos la primera, y más corta, de las
composiciones del libro.
te ha señalado; acaso, que el ciego escalofrío
de mi cuerpo en tu cuerpo te ennoblece; que el frío
del mundo es menos frío si abrigo la duna
de tu pecho con la ola del deseo; que la luna
que me alumbra, te alumbra también a ti; que el río
fuerte que soy te entrega las aguas sin vacío
con que inundas el tiempo, y en las que ninguna
tiniebla se enraíza, porque he abatido el muro
que te circunvalaba como el sol, y te he dado
el júbilo y la sombra. Te alegras de que, oscuro,
te humedezca de luz, pero has equivocado
esta labor que ejerzo, este don que aventuro.
Porque, amándote, yo soy el afortunado.