martes, 28 de noviembre de 2017

El estado natural de las cosas


EL ESTADO NATURAL DE LAS COSAS

Alejandro Morellón
Madrid, Ed. Caballo de Troya, 2016, 133 págs.
Premio Gabriel García Márquez de cuento de 2017.

   Nacido en Madrid (1985), Alejandro Morellón es autor de numerosos relatos que han aparecido en revistas como Quimera, Prosa inmortal, Eñe o Energehia. En 2013 publicó un libro de cuentos que logró el premio “Fundación Monleón”, La noche en que caemos, y en 2016 la editorial Caballo de Troya editó El estado natural de las cosas que acaba de obtener el premio hispanoamericano de cuentos “Gabriel García Márquez” convocado por el Ministerio de Cultura y la Biblioteca Nacional de Colombia, cuyo jurado estuvo presidido  por Alberto Manguel (y han logrado escritores como la venezolana Magela Baudoin o el colombiano Luis Noriega).
   En los siete relatos del libro asistimos a una radical transformación de una realidad a la que estamos habituados, un vuelco que nos introduce en un mundo fantástico, repleto de hallazgos, en que una pareja joven asiste atónita a un insólito “embarazo” que sucede en un testículo del marido, en que los habitantes de un pueblo esperan expectantes y esperanzados la llegada cíclica del huracán o en que unos desdichados aceptan la amputación de su mano izquierda a cambio de unas monedas.
   Reproducimos un fragmento del relato que da título al libro, en el que una desdichada noche un hombre cae bruscamente de la cama golpeándose violentamente contra el techo del dormitorio: será el comienzo del fin de su pequeño mundo.

   “Él acaba de despertar. Tiene el recuerdo del vértigo en mitad de la noche y esa sensación amnésica de después del desmayo. Le duele algo bajo las costillas cuando vuelve a toser, como si se le clavaran en la carne. Abre y cierra una mano y con la lengua se palpa los dientes por ver si le falta alguno. Su cuerpo está tumbado sobre una superficie dura y fría. Gira la cabeza hacia un lado y hacia el otro y se alegra de no haberse partido el cuello. Alguien ha encendido la luz y lo primero que ve es la cama en el otro extremo. No al otro extremo sino arriba, en el firmamento del cuarto, allí donde están también las demás cosas: la lámpara de noche, los cojines, los pantalones doblados encima de la silla, el reloj de pulsera y las gafas sobre el velador, todos los objetos que él ve desde la parte superior, desde un plano cenital que no comprende. Y luego la ve a ella.
         -¿Por qué estás en el techo?
         -Eh… Hola –La voz le nace rota y débil desde la garganta.
         -¿Qué haces ahí? ¿Cómo te has caído?
         -Tranquila, Blanca, no te asustes… No sé qué ha pasado, pero estoy bien… No me he roto nada. Sí, estoy bien”. [pp. 35-36].


domingo, 26 de noviembre de 2017

Manuel Pecellín sobre Periferias


   Manuel Pecellín Lancharro publica en “Trazos”, suplemento del diario HOY [25-11-2017] una amigable y generosa reseña (“Ensayos sobre literatura extremeña”) sobre Periferias. Con su permiso, reproducimos el texto.

Periferias: Letras del Oeste
Ensayos sobre literatura extremeña del siglo XX
Badajoz, Diputación Provincial, 2017, 558 págs.

   Manuel Simón Viola (La Codosera, 1955) es uno de los estudiosos que con más constancia e inteligencia viene analizando durante los últimos lustros la obra de los escritores extremeños. Doctor en Filología Hispánica con una tesis sobre el poeta Manuel Monterrey y profesor de enseñanza media, ha sabido combinar el ejercicio docente con la investigación junto a otras dedicaciones colaterales (talleres literarios, club de animación a la lectura, crítica de libros, blog, presentación de obras, etc.). Fruto de ello son títulos como Medio siglo de Literatura en Extremadura (1994 y 2003), La narración corta en Extremadura. Siglos XIX y XX (2000), Ficciones. La narración corta en Extremadura (2001) o su colaboración en la antología Literatura en Extremadura (1984-2009) (2010). Muy dignas de destacar son también las ediciones, con extensos estudios preliminares, que ha preparado de autores extremeños (Francisco Valdés, López Prudencio, Felipe Trigo, Reyes Huertas, Santiago Castelo o el “asimilado” Félix Urabayen). Y muchos hemos seguido con atención los artículos que Viola ha venido sacando en la Revista de Estudios Extremeños, Alborayque, Boletín de la Real Academia de Extremadura y otras publicaciones periódicas (algunas prácticamente inasequibles para un lector medio, tal la colombiana Hipisipila o la vasca Zurgai), sin omitir su participación en las actas de simposios, jornadas y encuentros de literatura. Cuánto se añoran sus críticas publicadas en “Notas al margen”, que cada semana publicase el periódico HOY, ahora solo parcialmente expuestas en el blog propio.
   Buena parte de esos trabajos dispersos, difíciles de localizar a menudo, quedan ahora recogidos en este volumen de 558 páginas, que prologa José Luis Bernal, decano de la Facultad de Filosofía y Letras de la UEX y miembro de la Real Academia de Extremadura. Estamos ante un conjunto de 20 ensayos, aparecidos entre 1991 y 2017, que constituyen una extraordinaria aportación para el conocimiento de las letras extremeñas. “Simón Viola ha sabido aunar su docencia a jóvenes bachilleres con una investigación exigente destinada también a nutrir sus clases. De ahí ese aroma inconfundible que tienen sus escritos, proveniente en buena medida de esa vocación docente inquebrantable”, proclama el prologuista.
   Así es. Viola cuenta con un sentido pedagógico innato, que lo  induce a pronunciarse con extrema claridad sin perder ni un mínimo de rigor, preocupándose por contextualizar sus explicaciones en los marcos oportunos de forma que los lectores tengan siempre delante referencias aptas para trascender lo local o regional hasta lo nacional e incluso europeo. De ese modo, atendiendo a las generaciones, corrientes o escuelas con las que cabe relacionar cada autor, facilita la comprensión adecuada de quienes en este territorio periférico, al oeste de la Península, limítrofe con Portugal, vienen dedicándose al cultivo de las letras. Quienes hemos tenido la fortuna de conocer a Simón Viola apreciamos sus extraordinarias dotes de sabiduría y capacidad de trabajo, bien patentes en estas páginas. Pero no menos nos admiran sus otras machadianas virtudes (sencillez, austeridad, cordura), y nos sostenemos en que es hombre en el buen sentido de la palabra bueno. Un patrimonio ético cuyas resonancias son también perceptibles en estos ensayos.

Jacobo Cortines en Don Benito





  La semana pasada visitó el Aula Guadiana Jacobo Cortines (Lebrija, Sevilla, 1946) que habló de su obra en el Museo Etnógrafico de Don Benito y en el IES Cuatro Caminos a alumnos de bachiller de ese centro, del IES Donoso Cortés y del Colegio Claret. Dotado de una extraordinaria formación clásica y moderna, Jacobo Cortines leyó y comentó sus poemas impregnados de la mejor tradición culta, de un lado, y abiertos, de otro, a los graves problemas de nuestro presente.

viernes, 24 de noviembre de 2017

Lo profundo es la piel


LO PROFUNDO ES LA PIEL
Antología de poesía erótica

Eduardo Moga
Barcelona, Libros de Aldarán, 2017, 100 págs.
Edición, prólogo e ilustraciones de Christian T. Arjona
Epílogo del autor
   
   Licenciado en Derecho y licenciado y doctor en Filología Hispánica por la Universidad de Barcelona, Eduardo Moga (Barcelona, 1962), es autor, como poeta (ha cultivado también géneros como el ensayo literario, la crítica o el libro de viajes) de los poemarios Ángel mortal (1994), La luz oída («Premio Adonáis», 1996), El barro en la mirada (1998), Unánime fuego (1999; 2ª edición, 2007), El corazón, la nada (1999), La montaña hendida (2002), Las horas y los labios (2003), Soliloquio para dos (2006), Los haikús del tren (2007), Cuerpo sin mí (2007), Seis sextinas soeces (2008), Bajo la piel, los días (2010), El desierto verde (2011; 2ª edición, 2012), Insumisión (premio al mejor poemario del año de la revista Quimera, 2013; Latino Book Award, EE. UU., 2014), Décimas de fiebre (2014) y Dices (2014). Este mismo año aparece una selección de sus textos en Amargord Ediciones, con prólogo de Jordi Doce, El corazón, la nada (Antología poética 1994-2014). Recientemente, la editorial madrileña Vaso Roto ha publicado Muerte y amapolas en Alexandra Avenue.
   Ahora, la editorial barcelonesa Libros de Aldarán publica Lo profundo es la piel, epígrafe procedente de un verso de Paul Valéry (“Ce qu’il y a de plus profond en l’homme, c’est sa peau”), una antología de poesía erótica al cuidado del poeta y ensayista Christian T. Arjona, que recoge composiciones de sus libros desde Ángel mortal (1994) hasta Décimas de fiebre (2014) más un texto inédito. Componente esencial en toda la trayectoria de Eduardo Moga y eje principal de algunos libros (Unánime fuego, 1999 y 207; La montaña hendida, 2002; Seis sextinas soeces, 2008), este antiquísimo motivo poético es la razón de la presente entrega en que el autor “ha perseguido un solo ritornello temático, el del amor encarnado en los cuerpos, el de la piel encendida: es decir, el deseo y sus intermitencias, sus pulsiones y sus abismos; la desnudez por donde ‘fluye la ninfa de la luz’ ; el latido que se incorpora al tedio y al absurdo y reclama su reino fugaz, su irrenunciable dosis de entusiasmo”. [Prólogo, p. 9].
   “Escribo poesía erótica –afirma el autor en un epílogo titulado “Algunas razones para algo que no necesita razones”- porque quiero trasfundir a la página ese suero de vida, ese acto desesperadamente humano que consiste en mitigar la muerte siendo en otro, siendo otro. En la pasión que desprende unto las palabras con lo que escribo, sin olvidar que, para que la pasión sea plausible en poesía, no debe darse sin naturalidad, ni la excitación sin sosiego; y procurando, al tiempo, que lo cantado no se repita, sino que adquiera un carácter sinfónico, una progresión que atienda a los matices, y hasta a la declinación o la mengua, de los arrebatos y las inervaciones” [pp.- 94-95].
    Reproducimos un poema de La montaña hendida (2002).

QUEDARÁ, ACASO, humo, humo roto:
el de tus aéreos pechos
en mi pecho,
el de mi mortalidad
abonando tu boca.
O quizá cascotes del ser
en el silencio de las sábanas
con que inevitablemente cubro
mi extinción.
Quedará la ruina del fuego,
el fósil del fuego,
lo imposible como una ráfaga quieta que recorre los ojos,
la harina oscura de los besos,
el domicilio incorruptible de la ceniza,
cómo te ha ido hoy
el jefe estaba insoportable y no puedes
ni imaginarte cuánto tráfico había
y desabrocharte la blusa
y el alma
 verte desnuda mientras preparo la cena
y sentir tu desnudez como humus
y morderte como a una manzana,
como a una calcificación del tiempo,
y emborracharme con tu tamaño y tu alegría
y apresarte con los ojos
y verterme en ti
y saberte poseída (tú, leyendo el periódico)
sin haberte tocado todavía
mientras se tuesta el pan
y el crepúsculo.
Quedará, sí, lo no hecho
como un ángel gris
que corre, esclarecido,
hacia su máxima escisión.
 [poema XX]

jueves, 23 de noviembre de 2017

El espejo


EL ESPEJO

Hilario Jiménez Gómez, Marisa de Llanos Pérez y Diego González [Dir]
Badajoz, Asociación de Escritores Extremeños, 2016, 98 págs.
Presentación de Juan Ramón Santos.
Diseño de portada y contraportada de Juan Ricardo Montaña.
  

   Acaba de ver a luz el número nueve de la revista de la Asociación de Escritores Extremeños, una entrega monográfica dedicada a recordar cuál era el panorama literario regional anterior a la fundación de dicha asociación. A este tramo se refieren los ensayos de Fermín Herrero (“A favor de al belleza”), Diego González (“Poesía en braguetas”), y José María Lama (“Un centenar de palabras airadas”), centrado este último en el controvertido II Congreso de escritores extremeños de 1982. Le siguen colaboraciones literarias de Inma Chacón, Efi Cubero, José Manuel Díez, Luciano Feria, Antonio Galán, José García Alonso, José Luis García Martín, Jesús María Gómez y Flores, Carmen Hernández Zurbano, Hilario Jiménez Gómez, Marisa de Llanos Pérez, Mario Lourtau, Carlos Medrano y Yolanda Regidor.
   El número se cierra con notas de lectura sobre obras de Hilario Jiménez Gómez (Luis García Montero), Maribel Tena García (Faustino Lobato), Plácido Ramírez Carrillo (Francisco Collado), José María del Álamo (Antonio Salguero Carvajal), Joaquín Benito de Valle Bermejo (Vicente Rodríguez Lázaro), Antonio Castro Sánchez (Faustino Lobato), José Antonio Santiago (Luis Leal), Juan María Hoyas Santos (Nicanor Gil), Pilar Galán (Enrique García Fuentes), Javier Sánchez García (María Elena Calvo), Diego González (Antonio Reseco), la revista Turia (Álvaro Valverde), Rosa López Casero (Merche Miranda) y Mario Martín Gijón (Enrique García Fuentes).
   Reproducimos un poema de Mario Lourtau dedicado a la memoria de Ángel Campos Pámpano, presidente de la Asociación entre 1993 y 1999.


ELEGÍA POR CAMPOS PÁMPANO

Volvías de Lisboa y la palabra muerte
no entraba entre tus planes.

A lo lejos –mermado en lo más alto-
un sol breve hacía las veces de candela
para esas alas tuyas y ese cuerpo
que no habrían de alcanzar al astro con las manos.

Por mucho corazón ensimismado,
por muchas veces que sintieses su presencia
soplar su negro aliento tras tu nuca,
tú no sabías de nieve ni mortaja.

¿Quién te iba a decir, después de todo,
después de haber sembrado con palabras
la vida y sus rastrojos,
que de tu última semilla entre los hombres
habría de germinar tanta tristeza?

Siquiera este refugio, estos húmedos
versos y esta luz –ahora tan blanca-
donde resbala el tiempo,
me acerquen más a ti, poema adentro,
para no hacerme materia del olvido.

Dejas ríos y calles encaladas.
Dejas aire por el aire de las cosas.
Dejas casa y el agua de tu ausencia.
Dejas sombras y sed para los tuyos.

Yo te hablo a ras de suelo, como hombre,
de todo lo que dejas vida adentro;

los hados no perdonan, tampoco la memoria
de tanta luz baldía, de piel
ya sin caricias;
y si llegas y nos tocas levemente,
-cualquier noche de marzo o en cualquier
fría tarde de esas a deriva-
se siente uno vacío, débil, herido,
hasta el punto de llorar otra derrota.

Y tú sabes bien, amigo, a corazón abierto,
los poetas somos más que vulnerables.

miércoles, 22 de noviembre de 2017

Ciento noventa espejos



CIENTO NOVENTA ESPEJOS

Francisco Javier Irazoki
Madrid, Ediciones Hiperión, 2017, 207 págs.
Prólogo del autor.

   Francisco Javier Irazoki (Lesaka, Navarra, 1954) fue periodista musical en Madrid, en donde colaboró en revistas como Disco Express (bajo la dirección de Erwin Mauch) y El Musiquero (dirigida por José María Iñigo). Formó parte de CLOC, grupo de escritores surrealistas. Desde 1993 reside en París, donde ha cursado estudios musicales: Armonía y Composición, Historia de la Música, etc.
    Como escritor, sus primeros poemarios editados fueron Árgoma (Estella, 1980) y Cielos segados (Universidad del País Vasco; Leioa, 1992), que incluía los tres volúmenes de versos escritos hasta esa fecha: Árgoma (1976-1980), Desiertos para Hades (1982-1988) y La miniatura infinita (1989-1990). Más tarde, Irazoki publicaría Notas del camino (Javier Arbilla Editor; Pamplona, 2002, con fotografías de Antonio Arenal), el libro de poemas en prosa Los hombres intermitentes (Hiperión; Madrid, 2006) y, recientemente, La nota rota (Hiperión; Madrid, 2009), cincuenta semblanzas de músicos de épocas muy variadas, desde el Renacimiento y el Barroco hasta los mejores creadores e intérpretes del jazz. A estos títulos siguieron el libro de versos Retrato de un hilo (2013) y el los poemas en prosa de Orquesta de desaparecidos (2015). En la actualidad, es crítico de poesía en el diario El Mundo.
   Ahora, la editorial Hiperión publica Ciento noventa espejos, que agrupa 95 textos con exactamente el número de palabras del título. En estos “sonetos en prosa” Irazoki muestra con tonos diarísticos y una expresión intensamente poética la multiplicidad de sus intereses: la música (clásica, jazz, flamenco, rock…), las ciudades (Bruselas, Amsterdam, Atenas, Praga, Moscú, Nueva York), la literatura, el cine y en general cualquier manifestación artística, en unos textos lúcidos comunicados con una expresión contenida y pulcra, repleta de hallazgos verbales. Reproducimos dos de estos "espejos", el primero sobre la ciudad de Nueva York, el segundo sobre Ángel Campos Pámpano (1957-2008), poeta, traductor, gestor cultural y fundador de las Aulas Literarias de Extremadura.


      21

   “Paseo por Nueva York. Me reciben el viento, el idioma español y la amabilidad. Yo, que he sobrevivido a un par de comas bucólicos, disfruto con el portento urbano de caminar entre edificios cuya esbeltez permite ver el horizonte. Gracias a los más de cuatro mil rascacielos, experimento la sensación de descubrir una quietud ágil. Como si los arquitectos hubiesen inventado una fórmula para extraer el peso a la verticalidad. Cerca están los otros alicientes. Los europeos deberíamos aparcar nuestra altivez cultural en el exterior de museos como el Metropolitan y  la Frick Collection. Quizá el envanecimiento se nos deshaga en el museo de Historia Natural, donde cada objeto entra directamente en la memoria del visitante. En la calle, respeto. La limpieza de las avenidas llega a los espíritus: una pequeña iglesia presbiteriana de Manhattan anuncia, con bandera multicolor en la fachada, que los homosexuales son bienvenidos. Luego, las sombras. Tampoco aquí faltan los hombres que hablan solos, las tensiones sociales de los suburbios, la vejez ruidosa del metro. Lo anoto mientras se cruzan la música de jazz y la de casi doscientos idiomas en un Babel construido para comunicarse”. [pp. 55-56].

      35

   “Es inhabitual pero sucede: una persona sintetiza en su comportamiento las mejores calidades de la sociedad y logra unir a los ciudadanos. Gracias a la potencia positiva de un solo ser, los compañeros dicen adiós a la minucia política que los separaba. Sin palabrería, allá donde pasa se hace colectiva la ética del individuo. He constatado que mucho de esto ocurrió con la conducta del poeta Ángel Campos Pámpano. No utilizaba el arte menor para acercarse al público, sino que ofrecía a las capas populares  de su tierra los bienes más refinados de la cultura. Cuando España miraba con desdén a Portugal, él creó revistas para la comunicación literaria de los dos países; tradujo los textos de Fernando Pessoa, Eugénio de Andrade, Sophia de Mello, Breyner Andresen. Moderó nuestra altanería. Tampoco se olvida su acierto pedagógico de poner a los principales autores ibéricos en contacto con los alumnos de la enseñanza secundaria. Así hasta su muerte. En mis viajes a Extremadura no he conocido a ningún escritor que pronuncie una frase despectiva al referirse a Ángel Campos Pámpano. He visto una comunidad unida por el nombre de un creador ausente”. [pp. 81-82].

martes, 21 de noviembre de 2017

Trigo, en el centenario de su muerte


   Con la apertura del acto por parte de Miguel Ángel Gallardo, Presidente de la Diputación de Badajoz y Alcalde de Villanueva de la Serena, se abrió ayer en la planta baja de La Jabonera una mesa redonda moderada por Luis Sáez Delgado en torno a la figura de Felipe Trigo en el transcurso de las actividades realizadas con ocasión del centenario de su fallecimiento auspiciadas por las citadas instituciones: exposiciones, catálogo con colaboraciones sobre la obra del novelista, conferencias y mesas redondas, todo ello promovido por el Área de Cultura de la Diputación y coordinado eficazmente por Luis Sáez. En el acto de ayer, el moderador, Antonio Reseco, vicepresidente de la Asociación de Escritores Extremeños, y yo debatimos en torno a la vigencia actual de la literatura de Trigo y a la presencia de su obra en las aulas. La fotografía es de Elisa Moriano, Directora del Área de Cultura de la Diputación. 

lunes, 20 de noviembre de 2017

Jacobo Cortines en el Aula Guadiana



   El próximo jueves, 23 de noviembre, visitará el Aula Guadiana Jacobo Cortines que hablará de su obra en el Museo Etnográfico de Don Benito a las 19,30 de la tarde. Jacobo Cortines Torres nació en Lebrija (Sevilla) en 1946 y estudió Filosofía y Letras en la Universidad de Sevilla, de la que ha sido profesor de Literatura Española. Entre sus publicaciones destacan las traducciones de Petrarca Triunfos, Madrid, 1983, y el Cancionero, Madrid, 1989; el  estudio y edición de Don Juan de Mozart (1992); la selección de textos Itálica famosa. Aproximación a una imagen literaria. (1995); la adaptación musical en español de El Barbero de Sevilla (1997); la recopilación de artículos Separatas de Literatura, Arte y Música (2000); el libro de memorias Este sol de la infancia (1946-1956) (2002); y la edición de la Obra selecta I, II y III de Joaquín Romero Murube (2004).
   Como poeta, es autor de Primera entrega, 1978; Pasión y paisaje, 1983; Carta de junio y otros poemas,  1994; Carta de junio y nuevos poemas, 2002; Consolaciones, 2004, por el que obtuvo el Premio de la Crítica; Nombre entre nombres, 2014, y Pasión y paisaje. Poesía reunida (1974-2016), 2016. Una amplia antología de su obra ha sido traducida al italiano (Passione e paesaggio (Poesie 1974-2016) al cuidado de Matteo Lefèvre, en 2017. Por el conjunto de su obra poética ha recibido el Premio Internazionale Fondazione Roma: Ritratti di Poesia, 2015. Ha sido director del grupo de investigación Teoría de la Literatura y de las Artes escénicas, vinculado a la Universidad de Sevilla y Presidente Ejecutivo de la Comisión Nacional para el Centenario de Luis Cernuda (1902-2002), de quien editó las Actas del I Congreso Internacional sobre el poeta, 1990, e Historial de una vida, Sevilla, 2003. Dirige la colección de poesía “Vandalia” en la Fundación José Manuel Lara. En 1996 ingresó en la Real Academia Sevillana de Buenas Letras. 
   Reproducimos uno de los poemas incluidos en el cuadernillo.

Beatus ego

Blancas colinas de doradas cepas,
azul la mancha larga de este río
en su oscura marisma, vaga bruma
la sorpresa del aire en lejanía.
¡Cómo reposa el alma en la mirada!
Aquí junto nací, y aquí olvidado
de luchas, obediencias y castigos,
quiero seguir el curso de mi vida
para sentir el tiempo paso a paso
con todo su dolor y su alegría,
hasta llegar al mar como estas aguas
que ensanchan silenciosas sus orillas.

     (De Consolaciones)



Jóvenes ancianos

   Contaba Laura Restrepo en la presentación de su último libro (Pecado, una compilación de relatos) en la Fiesta del Libro y de la Cultura de Medellín de 2016 cómo en cierta ocasión un chico de un centro educativo de Bogotá, al que había acudido a dar una charla, le preguntó: “Entonces, ¿vos sos escritora?”. Al decirle que sí, el muchacho contestó sorprendido: “Yo pensé que los escritores estaban todos muertos”. La escritora sonrió y pensó que, como todos sus compañeros, el chico estudiaba en libros que recogían la tradición e ignoraban por completo a los autores vivos. La conclusión que había sacado no parecía en modo alguno disparatada.
   Ese mismo fenómeno se produce, claro, en los manuales utilizados por los alumnos en España. Son auténticos cementerios, de modo que dar clases acatando las programaciones oficiales es como deambular entre tumbas, la mayor parte abandonadas (algunos escritores, como Cervantes, ni siquiera tienen la suya). Todos reposan ensimismados en sus últimos lechos, desde Gonzalo de Berceo allá en San Millán de Suso, en una iglesia de arenisca rosa con rasgos románicos y mozárabes situada en la ladera de la sierra de la Demanda, en la Rioja, hasta Luis Cernuda, en el Panteón Jardín de la Ciudad de México (en una tumba abandonada durante años, que el poeta sevillano intuyó en vida: “Donde habite el olvido, / en los vastos jardines sin aurora; / donde yo solo sea / memoria de una piedra sepultada entre ortigas / sobre la cual el viento escapa a sus insomnios”).
   Otra peculiaridad de los manuales de literatura, destinados en estos niveles, recordemos, a adolescentes y jóvenes, es ilustrar los estudios de cada autor, en el siglo XX, con fotografías de ancianos. Para eludir ese destino, los escritores solo tienen una triste posibilidad: morir jóvenes como Miguel Hernández. Hasta Lorca, fallecido a los 38 años, aparece prematuramente envejecido (cuando hay numerosas fotografías en que aparece como un joven sumamente atractivo).
   Machado demacrado por todas las derrotas, Valle Inclán como un anciano barbudo dudosamente aseado, calvorotas como Juan Ramón, Dámaso Alonso o Vicente Aleixandre, ancianos con boina (Baroja, Pla, Guillén) o con gorra marinera cubriendo una melena blanca (Alberti)… Estas son las atribuladas imágenes que los manuales dan de ellos.







   Todos ellos fueron jóvenes y todos ellos crearon gran parte de su obra literaria en plena juventud o en sus años de madurez (Baroja publicó Zalacaín el aventurero con 36 años; Machado, Campos de Castilla con 37; Dámaso Alonso, Poemas puros. Poemillas de ciudad con 24; Aleixandre, Ámbito con 30; Juan Ramón Jiménez, Arias tristes con 22; Pla, Las alimañas con 25...). No importa. Todos en los manuales de literatura parecen a punto de reposar en su tumba. ¿Tan difícil es elegir otras fotografías? 
   He aquí unas imágenes más atractivas (y más fieles a la fecha de creación de sus obras) de Juan Ramón, Carmen Laforet, Miguel de Unamuno, Ana María Matute y Federico García Lorca. 








lunes, 13 de noviembre de 2017

Yolanda Regidor en el Colegio Claret


   Hoy, 13 de noviembre, ha visitado el Colegio Claret Yolanda Regidor (Plasencia, 1970) que ha conversado con un grupo de alumnos de Cuarto de ESO sobre su trayectoria literaria que se inició en 2012 con La piel del camaleón (Córdoba, Arcopress), una novela de ambiente juvenil y universitario, a la que siguieron Ego y yo (Córdoba, Almuzara, 2014) y La espina del gato (Córdoba, Benerice, 2017), aparecida recientemente. En un ambiente a ratos de atención y a ratos de alegre bullicio, Yolanda ha hablado de la relación entre realidad y ficción, de la importancia de la lectura en la configuración de una personalidad y del sentido de los títulos de sus novelas (la tentación del camuflaje, las varias personalidades que convergen en un ser humano, las esenciales experiencias formativas…), ha contestado a varias preguntas y ha rifado un ejemplar de su primera novela. Una de las mejores clases de literatura que van a recibir los chicos este curso académico.

sábado, 11 de noviembre de 2017

Expediente Medellín

EXPEDIENTE MEDELLÍN

Susana Martín Gijón
Sevilla, Ed. Ananates, 2017, 114 págs.

   A pesar de su juventud, Susana Martín Gijón (Sevilla, 1981) es autora de una notable obra literaria que desde su primera obra (Más que cuerpos, 2013) se ha adentrado en el terreno de la novela negra. A este género pertenece el título citado y los que le siguieron (Desde la eternidad, 2014 y Vino y pólvora, 2016), todos ellos protagonizados por Annika Kaunda, policía de una comisaría de Mérida, una joven namibia y madre soltera que protagonizará la resolución de los casos policiales en un entorno tradicionalmente masculino. A un terreno emparentado en parte con el mismo género pertenece otra novela, Náufragos (publicado por la Editora Regional de Extremadura en 2015, finalista de los premios literarios “Felipe Trigo” de novela corta y del premio “La Trama / Aragón Negro”, de Ediciones B). Más tarde, la escritora publicó Pensión Salamanca y Destino Gijón en 2016, a las que se suma ahora Destino Medellín (2017), tres narraciones cortas en que aparecen personajes de novelas anteriores, pero también la propia escritora, en un juego cervantino (y unamuniano) de amplias posibilidades narrativas  que da origen a numerosos episodios imprevistos cuando creador y personajes de ficción interaccionen en la elucidación de un enigma.
   Como en los modelos clásicos, las novelas extensas desarrollan un “caso” policial, pero también contienen un reflejo crítico de los males de nuestro presente contemplado desde una perspectiva femenina y en este caso la elección como protagonista de una mujer negra e inmigrante resulta especialmente oportuna, pues ella, por su propia historia personal (víctima de persecuciones y de violencia) es especialmente sensible a unas lacras sociales que nadie parece interesado en afrontar (inmigrantes ilegales trabajando en condiciones míseras, mujeres obligadas a prostituirse, numerosas formas de discriminación…). Las novelas cortas, tal vez en parte por su extensión, reducen este propósito crítico y testimonial y sustentan el interés de la lectura en los pormenores de la investigación, lo que ocasiona que, como en sus hermanas mayores, surja en el lector un efecto paradójico: necesita avanzar en la lectura, conocer una información que el narrador posterga (este es el principio de todo suspense) a la que vez que lamenta el escaso número de páginas que faltan para cerrar el libro. Ahora bien, estas tres narraciones cortas presentan otra novedad. A la autora, convertida en personaje de la ficción, la acompañan los personajes de novelas anteriores, ahora, como los cervantinos, doblemente ficticios, pero también conocidos y amigos con los que se ha relacionado en los congresos de novela negra a los que ha acudido (Congreso de novela y cine negro de Salamanca, Semana Negra de Gijón y el colombiano Medellín Negro).
   Su última entrega, Expediente Medellín, desarrolla una trama en que participan personajes de títulos anteriores (el comisario de policía, Annika y Bruno), que, como los restantes, pertenecen a ese turbio mundo propio del género: un sicario despiadado, un asesino en serie, un policía impulsado por la venganza, una detective resolutiva o una humilde anciana que en una comuna llora la muerte de su hijo asesinado (el personaje más conmovedor de todos), pero también pululan por las páginas de la novela escritores que han acudido a la X Fiesta del Libro y de la Cultura de Medellín celebrada en septiembre de 2016: Tony Flowers (Antonio María Flórez, escritor hispanocolombiano que organizó el encuentro), Eduardo Moga (director de la Editora Regional), Miriam García Cabezas (Secretaria General de Cultura), David Knutson (profesor estadounidense especializado en novela negra española), Octavio Escobar Giraldo (novelista colombiano ganador del Premio Nacional de Narrativa), Rafael Guerrero (detective privado y escritor), Leonardo Oyola (escritor argentino de novela negra), y, en fin, dos escritores más (tal vez uno y medio), Alonso Guerrero y Simón Viola. Como sin duda será la única vez que alguien me convierta en un personaje de ficción me voy a permitir la inmodestia de reproducir un párrafo en que se habla de este tipo huidizo propenso a las desapariciones.

“-¿Has visto a Viola? –Alonso Guerrero interrumpe mis pensamientos. Está hecho un figurín. Ha cambiado su camisa vaquera por una de lino y sobre ella, una chaqueta de un tono arena que rellena con elegancia y contrasta con el bronceado que luce a estas alturas del año. El toque gafapasta y el cabello entrecano despeinado le dan el punto intelectual que alguien como él no necesita.
-Qué va, no lo he visto.
-En su cuarto no está, y tenía que moderar el conversatorio de hoy.
-Ya aparecerá. Es Viola –digo por toda explicación-. Seguro que salió antes y anda buscando algún libro viejo entre caseta y caseta.
-Esos libros viejos… Yo ya llevo la maleta hasta arriba; a mi perro le encantan.
-¿Tu perro también es bibliófilo?
-Estamos trabajando en ello. De momento los mastica.
   Me mira con ese rostro circunspecto que se gasta. Cualquiera diría que no se ha reído en su vida. Solo en el fondo de sus ojos logro detectar un ligero brillo de sarcasmo, insuficiente para saber cuándo me toma el pelo y cuándo no.
-Bueno, nos vamos, ¿no?
-¿Sin Simón? –ahora duda y vuelve a parecer un niño bueno que nunca ha roto un plato.
         -Claro, ya llegará. Es la hora, ¿no? Y hay un conversatorio que entablar.
   Asiente poco convencido, aunque no hago caso. ¡Solo faltaba! Ponerme a buscar también a Simón Viola” [pp. 54-55].
Simón Viola y Alonso Guerrero, personajes de la novela.