[Rescato esta entrevista que hice a Fernando
Aramburu el 14 de diciembre de 2010 en Don Benito con ocasión de su visita al
Aula Literaria Guadiana. Por esas fechas, acababan de aparecer dos obras suyas,
un libro de viajes y una compilación de su obra poética, siete años antes de la
publicación de Patria, novela que
entre otros reconocimientos recibió el XII premio de narrativa Dulce Chacón de
Zafra en 2017, un galardón que ya había logrado anteriormente con un libro de relatos.
La entrevista apareció en “Trazos”, suplemento cultural del diario Hoy, el día dos enero de 2011. En la
fotografía aparecen, de izquierda a derecha, Elías Moro, Fernando Aramburu,
Simón Viola y José Carlos García de Paredes].
Nacido en San
Sebastián en 1959 (el mismo año que ETA, como acostumbra a recordar), Fernando
Aramburu, que reside en la actualidad en la ciudad alemana de Hannóver, visitó entre los días 13 y 17 de diciembre las aulas literarias de Don
Benito (Guadiana), Plasencia (José Antonio Gabriel y Galán) y Almendralejo (Carolina Coronado). Premio “Dulce Chacón” de
2007 por su obra Los peces de la amargura,
Aramburu ha publicado este mismo años dos obras literarias: un peculiar libro
de viajes, Viaje con Clara por Alemania (Barcelona, Tusquets, 2010) y Yo
quisiera llover (Madrid, Demipage, 2010, que recoge su obra poética.
Recientemente
han aparecido dos obras tuyas, entre las que figura una selección de tu obra
poética escrita hasta 1993. ¿Es la poesía en tu trayectoria una etapa cerrada
definitivamente?
No. Lo que está, creo, cancelado
definitivamente es la expresión en verso. Creo que con eso he terminado por
diversas razones, quizá la principal porque creo que no me considero capaz de
ser sincero en verso. Esto lo descubrí hace unos años y por esa razón, y por
otras, dejé de expresarme en verso, pero no he roto con la poesía. Para mí la
poesía es esencial en mi vida. La busco en la obra de otros y a veces procuro
suscitarla también en mi obra, pero no por medio de poemas convencionales ni
con normas métricas, sino intercalada en novelas o en semblanzas o en textos de
evocación
En
2007 una de tus novelas, El trompetista
del Utopía, fue adaptada al cine por Félix Bizcarte con el título Bajo las estrellas, producida por
Fernando Trueba (el tema central era interpretado por Enrique Morente). ¿Cómo
fue la experiencia? ¿Hay algún proyecto similar para alguna otra de tus
narraciones?
La filmación de El trompetista del Utopía fue para mí un hecho feliz desde el
principio al final. Solamente puse como condición al director que hiciera la
película con absoluta libertad y eso le permitió desplegar el enorme talento
que tiene. Me gustó mucho y considero que un matrimonio feliz entre el cine y
la literatura es posible, y la película, que se tituló Bajo las estrellas, es un ejemplo de lo que digo. No fue totalmente
fiel a la trama del libro, pero sí mantuvo la alternancia entre los momentos
jocosos y los dramáticos, y eso está muy bien recogido en la película. Por otro
lado, se contrató a actores de primera categoría y el producto final me
satisfizo mucho. Tampoco cometí el error de buscar mi libro en la pantalla: la
historia filmada se sostenía perfectamente y recibió premios: dos goyas, en el
certamen de Málaga fue también abundantemente premiada, prueba de que se había
hecho una película de calidad.
Respecto de la otra pregunta, tengo
contratado cinco cuentos de Los peces de
la amargura para filmarlos. Lo que pasa es que el proyecto aún no se ha
concretado aunque existe un contrato y es posible que se comience a rodar en
2011. No existe todavía guion y todavía no se ha encontrado un director, por
eso el proyecto está un poco verde aún, pero existe.
Los peces de la amargura es tu obra más
comprometida con la situación política y social en el país vasco. ¿Qué te llevó
a escribirla?
Me llevó a escribirla el hecho de que yo
nací en el País Vasco el mismo año, por cierto, en que se fundó ETA, y desde mi
niñez me he visto confrontado con este fenómeno terrorista, con la rutina de
los atentados, con la repetición de las escenas trágicas, los muertos, los
funerales..., de manera que me he sentido interpelado por esa desagradable y
triste realidad. He sentido desde joven que esa realidad dramática en el País
Vasco y en el resto de España me formulaba una serie de preguntas en espera de
que yo diera una respuesta literaria. Claro que yo en ningún momento quise
escribir contra la literatura por aquello de dejarme llevar por ciertas
emociones y necesité largo tiempo hasta encontrar el registro literario
adecuado para trasladar a posibles lectores una realidad que no me pertenecía
pero que me salpicaba ciertamente. Yo tenía la misión de trasladar a la
literatura un dolor ajeno, y esto me causaba un gran pudor puesto que me
llevaba a pensar que estaba haciendo un aprovechamiento literario de dramas de
otros, y esa fue la principal causa de que yo demoré durante cierto tiempo la
escritura de un libro sobre ese tema. Hasta que encontré la manera, que fue
mediante relatos breves. Cuando empecé a escribirlos ya no paré: escribí todos
los cuentos seguidos, unos detrás de otros (más una pieza que luego retiré
porque pensé que no tenía suficiente calidad, cosa que me pasa cada vez que
escribo un libro de cuentos: escribo catorce cuentos y los cuatro peores los
elimino; el cuento es un poco como el poema: si no es redondo, si no es
perfecto, ya está fallido; la novela admite cierto grado de relajación,
momentos prácticos pero que no contienen una tensión creativa que es obligatoria
en un poema o en un relato)
Hay un contraste muy marcado entre el tono
amargo de Los peces de la amargura y
el tono humorístico de Viaje con Clara
por Alemania.
Pues voy a decirte una cosa: considero que
ambos libros son gemelos en el sentido de que los dos nacen de dos realidades
en que yo he estado inmerso. Yo viví los primeros veinticinco años de mi vida
en el País Vasco y esa experiencia dio como resultado un libro de cuentos con
el contenido que yo he percibido. Viaje
con Clara por Alemania es un libro centrado en otra experiencia, la de
vivir otros veinticinco años en otra sociedad. Lo que pasa es que la vasca me
inspiró unas piezas dramáticas y tristes, y la experiencia alemana me inspiró
un libro jocoso, más ligero en sus episodios, pero la conexión que yo tenía con
la realidad es idéntica en los dos libros, y los considero en realidad como dos
cerezas que cuelgan de un mismo tallo. Por otra parte, yo tengo además la
aspiración de no escribir siempre el mismo libro con distintos títulos. Un
libro narrativo es la convivencia con un proyecto de años. A mí me estimula la
variedad, el empleo de registros distintos...
Llevas
veinticinco años en Alemania, ¿Has percibido algún cambio en la imagen de
España allí durante este periodo? ¿Es conocida allí nuestra literatura?
Hay numerosos escritores españoles
publicados en Alemania y por tanto cualquier lector interesado los puede
encontrar (pero no están en los escaparates). Más visibles (que Landero,
Cercas, Marías, Eugenio Fuentes...) son otros autores como Ruiz Zafón, Vargas
Llosa, Almudena Grandes, Javier Marías... No es raro encontrar nombres
españoles en las estanterías de las librerías alemanas.
En cuanto a la imagen de España ha tenido
una evolución impresionante y hasta ahora positiva. Cuando yo llegué a Alemania
España no estaba en la Unión Europea (que entonces tenía otro nombre), era un
país de segunda o tercera categoría dentro de Europa. Pero fue un país que
experimentó una democracia, que en parte gracias a las subvenciones de la Unión
Europea tuvo una mejora económica impresionante, un país que ha aportado en
cultura bastante a Europa... En el mundo deportivo, España es un país muy respetado
en Europa, la liga española se sigue en Alemania... Un país, quizá no de
primera línea, pero no un país pobretón, retrasado... Ahí está en el grupo
europeo. Últimamente llegan noticias negativas, relacionadas con la situación
económica, escándalos políticos, el asunto del dopaje deportivo que se analiza
con minuciosidad en la prensa alemana..., un asunto que a mí me preocupa,
porque esto conforma un prejuicio y yo soy como español considerado de acuerdo
con esos prejuicios, pues si uno viene de un país con prestigio uno de alguna
manera representa ese prestigio y es tratado de acuerdo con él. Si llegan
noticias negativas, uno tiene como una mancha, ¿no?
Hace
treinta y dos años viniste por primera vez a Extremadura, a Don Benito. ¿Qué
diferencias has podido percibir dentro de lo poco que pudiste ver entre aquella
Extremadura y esta?
Sucede que la perspectiva es engañosa porque
yo vine cuando tenía diecinueve años y te aseguro que no vine con ojos
sociológicos, intentado quedarme con la imagen completa, y no llegué a estar
veinticuatro horas en Don Benito. Me impresionó mucho, hasta el punto de que yo
no he olvidado esa imagen, un grupo de jornaleros en la plaza de España
esperando que viniera alguien a darles trabajo. Esa imagen era nueva para mí y
no la he olvidado nunca. El Don Benito actual, he estado paseando con Antonio
[Antonio María Flórez], muestra una vitalidad económica que probablemente no
tenía en el año 78. Pero, claro, fueron unas horas, insuficientes para hacer
una radiografía. Por otro lado, me tratan tan bien ahora y me trataron tan bien
entonces que no tengo pupilas para ver los defectos ni los agujeros en las
calles..., de modo que mi impresión es totalmente cordial y positiva.