PALABRAS MENORES
(Cortometrajes)
Juan Ramón Santos
Mérida, De la Luna Libros, 2011, 89 págs.
Nacido en Plasencia en 1975, Juan Ramón Santos se dio a conocer con una compilación de textos narrativos breves titulada Cortometrajes (Mérida, Editora Regional, 2004), al que siguieron El círculo de Viena (Gijón, Llibros de Pexe, 2005) y Cuaderno escolar (Mérida, Editora Regional, 2009), además de colaboraciones en libros colectivos como Relatos relámpago (2007) y Por favor, sea breve (2009). En 2010 la editorial pacense Del Oeste Ediciones publicó su única, y extraordinaria, novela, Biblia apócrifa de Aracia.
Ahora la editorial emeritense De la Luna Libros saca Palabras menores, un conjunto de cincuenta micro-relatos que contienen pequeñas historias “con las que me dedicaba a apurar la gramática, a afilar el léxico, a cincelar la prosa [...] con el cuidado de un orfebre”. El sentido del título procede de una anécdota, real o inventada, tanto da, que el autor resume en contraportada: cuando un conocido le preguntó qué escribía y él contestó “Una novela, Ah, eso son palabras mayores, me dijo, y entonces pensé que, de ser así, sensu contrario, aquellas miniaturas, aquellas brevedades [...] no podían ser sino palabras menores, entrañables, benditas, Palabras menores”.
Aunque la compilación incluye varios cuentos, la mayor parte de las composiciones se ajusta al perfil del micro-relato, un subgénero narrativo tradicionalmente postergado por los editores en relación con las formas narrativas mayores. Relacionado con otras estructuras afines (el poema en prosa, la fábula, el aforismo, la sentencia...) son textos en que todo (duración, distribución, efectos...) debe estar minuciosamente sopesado y suelen responder a una idea de sorpresa, de iluminación, que tiene mucho de instantánea, con la se busca un impacto único.
Sin espacio para la complejidad argumental, ni para el diálogo, ni para la caracterización de personajes, el micro-relato se ciñe a una estricta ley de economía artística que deja en la superficie de la narración únicamente los elementos básicos. Entre los asuntos preferidos por Juan Ramón Santos sobresale la propia creación literaria. Así sucede en “Biblioteca” en donde el protagonista no acaba de decidirse por un criterio a la hora de ordenar sus libros, “El roce hace el cariño” en donde el doctor Zhivago y Ana Karenina tienen descendencia libresca, una variación sobre un cuento árabe (“El jardinero y la muerte”) o un par de composiciones que relatan los problemas de un poeta luso de Tras-Os-Montes que deambula por Lisboa acompañado de sus heterónimos.
Son frecuentes, asimismo, las composiciones elaboradas en torno a un tópico lingüístico (“Estás hecho un chaval”, “El genio hay que metérselo en el bolsillo”, “El tamaño no importa”, “¿Y decían que era el tonto de la clase?”) desarrolladas en una dirección insólita que suele rematar con una sorpresa final.
La impresión general viene a confirmar que en una trayectoria narrativa el micro-relato es un subgénero propicio para la experimentación y para la incursión en nuevos territorios temáticos, de modo que la diversidad triunfa siempre sobre la uniformidad. La condensación extrema de una trayectoria vital, el desarrollo narrativo de una imagen literaria (como sucede en “Hogar” en el que, mediante una metominia, se logra recrear unas trayectorias biográficas “ausentes” describiendo únicamente la vivienda), la parodia de narraciones clásicas (“Polinización”), la explotación del ingenio... son algunos de los procedimientos que el escritor pone en juego en la elaboración de unos textos marcados por el tono lúdico, por la precisión léxica y la aversión a la frase hecha, el interés por los juegos lingüísticos (“¿Sabría a qué sabía la sandía”?), el uso de la paradoja, las referencias intertextuales, la ironía y el humor.