domingo, 19 de julio de 2020

Sentido y melancolía


SENTIDO  Y MELANCOLÍA 

Luciano Feria

Santiago de Chile-Barcelona, RIL Editores, 2010, 264 págs.

Introducción del autor (“Relectura”)

    Nacido en Zafra en 1957, Luciano Feria ha publicado hasta ahora tres poemarios: El instante en la orilla (1989), finalista en los premios “Ámbito Literario” y “Juan Manuel Rozas”, Fábula del terco (1996 y 2002), premio “Vicente Gaos en 2004 y De la otra ribera (2004). Sus poemas han sido incluidos en antologías como Literatura en Extremadura, siglo XX (2010), Panorámica poética de Extremadura (2012) o Poesía experimental española (2012). Luciano Feria fue coordinador del Seminario Humanístico de Zafra, miembro de la Junta Rectora de la AEEX y secretario del premio de narrativa española “Dulce Chacón”. En 2019 publicó su primera novela, El lugar de la cita.

   Sentido y melancolía recoge los tres poemarios citados más arriba y, con numerosas correcciones en el primer título para básicamente ajustarlo a la cadencia versicular de los textos posteriores, configura un primer ciclo literario (que recoge los textos poéticos) al que seguirá un segundo ciclo (La ciudad y la siembra), constituido por una trilogía de novelas, cuyo primer título, El  lugar de la cita, vio la luz en 2019. Sobre la naturaleza de su poesía (tal vez de toda su obra), el propio autor nos da algunas de las claves en el texto prologal: “Psicoanálisis, religión y arte en mi vivencia poética han sido espacios inextricablemente relacionados del mismo acontecimiento del alma en busca de la libertad, la felicidad y la sabiduría, vocablos para mí sinónimos de la trascendencia. Es lo que Jung llamaba el sí-mismo o proceso de individuación, claro, pero igualmente, de acuerdo con Juan Ramón Jiménez, José Ángel Valente, Steiner y tantos otros, el repliegue abisal en lo sagrado a que apela toda convocatoria artística. Como tanto gustaba de repetir el gran místico Ibn Arabí, ‘quien se conocer a sí mismo conoce a su Señor’”.

   Reproducimos el poema inicial de Fábula del terco, incluido en el apartado “Origen de la fábula”.


 EL PROPÓSITO

 Perder el miedo antiguo a los prejuicios –ficciones-

   del corazón: la luz, la oscuridad al vida aquella

en estancias opuestas (purísima la luz; la sombra pura).

         El miedo.

Penetrar en mí mismo hasta la voz

auténtica del fondo; encontrarme –y enmudecer acaso-

   con la miseria de cada acto hermoso, y asumirme,

   asumirme,

para saber –en ascensión incesante dolorosa- del

hombre al fin hasta la dignidad. El miedo.

Y darle entonces a la melancolía el sitio

suyo para la salvación, el sueño, la convivencia

dulce de lo irreconciliable y junto, esa

única ficción alumbradora de la vida (¿el miedo?) tras

   el drama.

 Amor mío: este canto.

martes, 14 de julio de 2020

La sílaba de ónice


 
LA SÍLABA DE ÓNICE

José Antonio Ramírez Lozano
Salamanca, Junta de Castilla y León, Consejería de Cultura y Turismo, 2019, 45 págs.
Premio Fray Luis de León de Poesía

  José Antonio Ramírez Lozano (Nogales, Badajoz, 1950) es autor de más de setenta obras en prosa y verso, premiadas muchas de ellas con galardones prestigiosos (Azorín, Claudio Rodríguez, Juan Ramón Jiménez, José Hierro, Blas de Otero, Ricardo Molina o los extremeños Ciudad de Badajoz, Felipe Trigo o Cáceres de novela corta). Su obra poética arranca con Canciones a cara y cruz (Sevilla, 1974), libro al que siguieron otros muchos títulos (como Antifonario para un derrumbe, Bestiario del cabildo, Cuarto creciente, Azogue impuro, Pipirifauna, Santos llovidos del cielo, El arquero ciego, Aqueronte, Discurso de anatomía, La flor de la pavesa, EpifaníasA cara de perro…). Ahora, la Consejería de Cultura y Turismo de la Junta de Castilla y León publica La sílaba de ónice, ganadora del Premio Fray Luis de León correspondiente a 1019.
   Reproducimos una de las composiciones marcada por el tono narrativo, la portentosa imaginación, lo insólito del entorno por donde deambula el animal (un cementerio) y un registro lingüístico dominado por las asociaciones léxicas imprevistas.

VACA SOLA

Hay una vaca enorme aquí en mi sueño
que pasta entre las tumbas.
Una vaca que ignora el himno de los mártires,
el ciclo de las témporas
y que apedrean los deudos cuando acuden
con su hebra de luto y sus flores de plástico.

Sobre su piel dibuja el mundo
los negros continentes, los océanos blancos.
Y ella ignora su peso, la deuda de los días,
el signo que el destino ha escrito en su testuz
y que solo los hombres logran interpretar.

Su mugido es oscuro, como el turbio
acecho de la ira, la cuerna del hondero.
Y convoca en agosto las tormentas de azufre,
los tábanos de fuego que pregonan
el lubricán del juicio, ese arrecife último
de las generaciones.

Ella ignora la promesa de Dios,
pero se deja, mansa,
ordeñar por el ángel de la desolación
mientras camina lenta,
arrastrando sus ubres, el hilo de su leche
sobre las matas verdes de  ortigas y chicoria,
sobre las tumbas negras que aguardan todavía
el vano despertar, el alba de la carne.

sábado, 11 de julio de 2020

El paraíso difícil


EL PARAÍSO DIFÍCIL
Siete años en Extremadura (2013-2019)

Eduardo Moga
Barcelona, Godall Ediciones, 2020, 487 págs.


   Eduardo Moga (Barcelona, 1962) es autor de una notable y dilatada trayectoria poética que arranca con Ángel mortal (1994) y La luz oída («Premio Adonáis», 1996) y ha sido recogida en una antología reciente, El corazón, la nada (Antología poética 1994-2014), con prólogo de Jordi Doce, la crítica literaria que ha ejercido en revistas como Letras Libres, Cuadernos Hispanoamericanos, Revista de Occidente, Ínsula, Turia o Quimera y ha recogido en volúmenes como De asuntos literarios (2004), Lecturas nómadas (2007), La poesía de Basilio Fernández: el esplendor y la amargura (2011), La disección de la rosa (2015), Apuntes de un español sobre poetas de América (y algunos otros sitios) (2017), Homo legens (2017) El sonido absoluto (2019) o la edición (fue codirector de la colección de poesía de DVD Ediciones desde 2003 hasta 2012).
   Otros géneros en prosa cultivados por el escritor han sido el libro de viajes, con títulos como La pasión de escribil (La isla de Siltolá, 2013) y El mundo es ancho y diverso (Baile del sol, 2017), y los diarios: Corónicas de Ingalaterra. Un año en Londres (con algunas estancias en España) (La isla de Siltolá, 2015), Corónicas de Ingalaterra. Una visión crítica de Londres (Vasarek Ediciones, 2016).
   Ahora, la editorial catalana Godall publica El paraíso difícil, que recoge entradas de su blog Corónicas de España entre las fechas citadas en el subtítulo, 2013 y 2019, repartidas en tres bloques: “Antes de vivir allí”, “En Mérida”, las más numerosas, y “Tras mi regreso a Cataluña”. El paraíso difícil es un diario, uno de los géneros que mejor se ha adaptado a las nuevas plataformas de difusión literaria, con una marcada propensión viajera, pues, salvo las ciudades situadas al sur de la provincia pacense casi toda la región ha sido visitada por el autor y no solo por sus cometidos institucionales como director de la Editora Regional y coordinador del Plan de Fomento de la Lectura entre febrero de 2016 y abril de 2018. Su relación con Extremadura es, por tanto, muy estrecha (posee una residencia en Hoyos, había publicado El desierto verde en la Editora Regional en 2012…), pero, a pesar de ello, contempla Extremadura desde una perspectiva “foránea”, ese punto de vista inaccesible para nosotros (un inciso: en cierta ocasión le pedí a una alumna australiana matriculada en el curso del que era profesor y tutor un texto con sus impresiones sobre el país que acababa de conocer; en síntesis, opinó que vestíamos y comíamos muy bien, que hablábamos en voz muy alta toqueteándonos constantemente, que los jóvenes vivían las noches de los fines de semana en la calle, que en las casas residían con frecuencia familiares de tres generaciones…, pero lo que más le sorprendió fue que en la noche del 5 de enero unos hombres, disfrazados de reyes y montados a caballo, arrojaban a los niños calamares). Pues bien, desde esta perspectiva “lejana”, con una notabilísima capacidad de observación y una prosa pródiga y copiosa atenta a todo tipo de sensaciones, Eduardo Moga dibuja en este extenso libro que difícilmente se somete a los resúmenes una región de la que sobresalen en unos casos la bronca belleza del paisaje (como el valle del Jerte: “su inmensa cicatriz recorre la tierra con una áspera amabilidad, como si quisiera regalar a un tiempo, dureza y sustento, agua y piedra, ligereza y dolor”), pintorescos hábitos (“Esta parece una costumbre de los museos pacenses: que nadie  los visite nunca”) junto a divertidas apreciaciones (“Eugenio Hermoso pinta niñas sonrientes; de hecho, todos los personajes que pasan por su pincel sonríen: parecen norcoreanos”), anécdotas casuales (un mendigo en Mérida: “Vendo poemas. Un céntimo”), reflexiones (“La educación no es otra cosa que la represión del yo”, “Compruebo, una vez más, que la memoria es creativa”), destellos poéticos (“En las calles de Plasencia resuena, recién lavada, la oscuridad”) y consideraciones afables (“La amabilidad extremeña, de nuevo. Una amabilidad alguna de cuyas manifestaciones no hemos encontrado en ningún otro lugar del país, ni acaso del mundo”).
   Reproducimos un par de fragmento de la última entrada del diario, el prólogo al libro, en que se dilucida el sentido del título.

   “Extremadura se convirtió, poco a poco, en otro espacio mío, en otro albergue, en otra piel. Y que estuviera tan lejos de Barcelona me favorecía: me permitía sentir que me alejaba de cuanto me oprimía, de cuanto me entristecía, de cuanto me cansaba: de lo conocido y lo aborrecido. Mientras mis vecinos y compañeros de trabajo se iban los fines de semana a su segunda residencia en la Costa Brava o la Costa Dorada, nosotros nos aprestábamos, en vacaciones y otras fiestas de guardar, para una expedición que había de cruzar la península ibérica. De Extremadura me cautivaba la amabilidad de la gente y la maravilla del paisaje, silencioso, hipnótico, de exuberancia aún sin desbastar. Y, sobre todo, me seducía cierta sensación de virginidad, de pausa y primitivismo -sin que eso tenga ninguna connotación negativa: lo primitivo es puro y esencial- que yo no hallaba en ninguna otra parte conocida de España […] Extremadura es un paraíso difícil: una tierra en que conviven los placeres y las injusticias, el afán de progreso y las servidumbres históricas, el esfuerzo y la indolencia, la feracidad de la naturaleza y la tragedia de despoblación, las autopistas excelentes y las comarcas abandonadas, la voluntad de ser y la necesidad de marcharse para lograrlo, el turismo y la pobreza, la modernidad y el arcaísmo, el trabajo bien hecho y el trabajo anclado en un pasado polvoriento” [pp. 11-13].