viernes, 31 de julio de 2009

Una novela de novelas





EL CHINO

Henning Mankell

Barcelona, Tusquets, 2008

Trad. del sueco de Carmen Montes


Dado que uno de los valores literarios consagrados hoy en día es el de la originalidad, los autores de narrativa han tendido a rehuir la llamada "literatura de género", pues de un lado pesa sobre ella una escasa consideración crítica y, por otro, restringe el ámbito de la libertad personal a la hora de idear tramas o crear personajes. En una dirección diametralmente opuesta, otros autores han encontrado en este tipo de relatos un filón en el que han penetrado para, desde su interior, dinamitarlo o, al menos, desbordar sus límites. Henning Mankell (Estocolmo, 1948), un escritor muy conocido dentro y fuera de Suecia, se ha movido entre la docilidad a los esquemas de la novela negra (como la serie de narraciones policiacas protagonizadas por el inspector Kurt Wallancer, traducidas a treinta idiomas y adaptadas al cine y a la televisión: Asesinos sin rostro, Los perros de Riga, La leona blanca...) y la tentación de sobrepasar los contornos del género, tendencia en que se sitúa la novela que reseñamos.

El chino comienza con una poderosa secuencia narrativa que los suplementos culturales de los diarios reprodujeron cuando la novela salió el pasado mes de noviembre: un lobo hambriento penetra en Suecia desde Noruega atravesando los bosques nevados. En Hesjövallen, una aldea de la región de Hälsingland, percibe el olor de la sangre fresca, encuentra un cadáver que arrastra hasta la linde del bosque y, tras quitarle un zapato de piel, comienza a devorarlo.

Será este uno de los diecinueve cadáveres, todos salvajemente mutilados y casi todos torturados antes de morir, que la estupefacta policía sueca irá encontrando en las pocas casas de la aldea. ¿Quién ha podido matar a unos pacíficos ancianos, junto con sus animales domésticos, de un modo tan brutal? ¿Por qué ha dejado con vida a tres personas, un matrimonio y una mujer enajenada, que por distintas razones no servirán como testigos? Las primeras pesquisas policiales dan entrada a un personaje imprevisto, la jueza Brigitta Roslin, pues una pajera de víctimas fueron padres adoptivos de su madre, un parentesco lejano que la impulsa a aproximarse a la investigación y a unos diarios que el hombre, Jan August Andrén, emigrante a Estados Unidos y capataz de cuadrillas de obreros que construyeron el ferrocarril desde el Pacífico hacia el este, dejó en un cajón.

Este diario se solapará con otro que un joven chino indigente escribe tras un largo recorrido que le lleva desde su región natal a Canton. Allí será atrapado por redes esclavistas y llevado a Estados Unidos en donde trabajará, como tantos otros colies, para la Central Pacific a las órdenes de capataces despiadados. Saltamos así de una narración “policial” que prescinde intencionadamente del suspense (una peculiaridad arriesgada: el lector adivina en todo momento qué sucederá a continuación) a un relato de aventuras repleto de acción, peligrosos viajes, muertes violentas y escapadas, que en forma de manuscrito llegará a las manos de un descendiente, Ya Ru, un joven y emprendedor empresario de la pujante China “capitalista” que amasa una fortuna a la sombra del poderoso Partido Comunista en vísperas de los Juegos Olímpicos de Pekín.

Este personaje, protagonista del tercer bloque narrativo, permite, en sus acaloradas discusiones con su hermana Hong, incorporar a la novela temas candentes habituales en los artículos de opinión de la prensa occidental: la introducción en China de un sistema capitalista sin una paralela liberación del marco político (lo que contribuye a la irrupción de una clase empresarial corrupta de comportamientos mafiosos), el neocolonialismo chino en África presentado como un proyecto de ayuda a naciones abandonadas a su suerte por Europa (la antigua colonia portuguesa de Mozambique, el Zimbabwe de Mugabe), el secreto plan de trasladar a grandes contingentes de campesinos chinos al continente africano, la demolición del viejo Pekín y su hundimiento bajo amplias autopistas y rascacielos, la agresión al medio ambiente...

Finalmente, tras retrotraerse a episodios sucedidos muchos años atrás, tras deambular por cinco países y tres continentes, la narración volverá a sus orígenes y se cumplirá, como sospechábamos, una estricta justicia literaria, en que hasta ese lobo “extranjero”, que había prefigurado al comienzo de la novela la irrupción del asesino, compartirá, en el cierre de la trama, su suerte, pero la impresión final sobre esta novela de novelas (negra, de aventuras, de denuncia sociopolítica con aspiraciones a best seller), de esta narración desmesurada, es que los distintos relatos se entorpecen entre sí y no contribuyen, pese a recursos narrativos externos como la circularidad y otras conexiones argumentales, a armar una obra unitaria.

lunes, 27 de julio de 2009

La novela de las revoluciones



LA MAÑOSA

(La novela de las revoluciones)


Juan Bosch

Córdoba, Ed. Berenice, 2009, 202 págs.

Estudio, notas y cronología de Guillermo Piña-Contreras


Nacido en La Vega (República Dominicana) en 1909, Juan Bosch fue el primer presidente elegido en su país tras la muerte de Rafael Leonidas Trujillo en 1961, el mismo dictador cuya trayectoria recrearon Mario Vargas Llosa en La fiesta del chivo (2000) y, recientemente, su nieta Aída Trujillo en A la sombra de mi abuelo (premio nacional de novela de 2009).

Además de escribir ensayos, biografías y libros históricos, Bosch es autor de un libro de relatos, Cuentos más que completos (1974) y dos novelas, La Mañosa (1936) y El oro y la paz (1975), esta última sobre la vida en la selva boliviana. Subtitulada “la novela de las revoluciones”, La Mañosa tuvo una vida editorial aventurada pues poco después de su publicación el dictador ordenó su retirada del mercado (una decisión sorprendente ya que la novela es, entre otras cosas, un alegato contra los alzamientos militares). Cuatro años más tarde, Manuel Altolaguirre publicó en La Habana una edición revisada por el autor, y hasta 1966, cinco años después de la muerte de Trujillo, no apareció una segunda edición en la República Dominicana. Ahora la editorial cordobesa Berenice rescata esta valiosa obra con un estudio preliminar de Guillermo Piña-Contreras que, además, señala en nota las variantes del texto.

El título de la novela procede de una de las peripecias de la trama: La Mañosa es una mula de extraordinarias cualidades que el protagonista, padre del narrador, presta al general rebelde Fello Macario pues este ha perdido su caballo en la batalla. Tras el triunfo de la revolución, la mula le es devuelta, cierto, pero “se trataba de un animal esmirriado, flaco como un machete, de pelambre descolorida y escasa. Traía paso lento y la montaba un hombre canijo, a quien se le veía el aburrimiento de lejos”.

El episodio es en parte verídico (en realidad, la mula fue robada), así como la ubicación de la trama, una casa en la aldea de El Pino, junto al camino real (lo que la convierte en testigo de numerosos episodios secundarios de la trama), el oficio del padre, el nombre de los componentes de la familia..., pero, a pesar de ello, no es una novela autobiográfica.

Ambientada en las primeras décadas del siglo XX, cuando el autor es un niño, la novela refleja la serie de alzamientos militares que sumen a esta pequeña nación en el caos y en la violencia: “Sabía que la revolución estancaba las fuerzas en marcha; que entre los conucos iba haciendo estragos el bejuco bravo; que el maíz ennegrecía al sol, sin que la mano que lo había sembrado fuera a recogerlo; que en su propio tallo se hacía tripa oscura e inútil la fragante hoja del tabaco, y, sobre todo, que por los callejones de cada campo empezaba a crecer el fantasma del hambre”.

Con una muerte injusta en el origen del alzamiento (Fello Macario “había sido persona mansa y de trabajo hasta un día en que una tropa le hendió la vida fusilándole un hermano”), el general rebelde consigue insurreccionar a los campesinos, es derrotado en una primera ocasión (“Revolución”) y triunfa en la segunda (“Los vencedores”), pero como ocurrió con la mula, todos acabarán siendo víctimas de la violencia; y así, el protagonista y sus amigos comerciantes acabarán arruinados o fusilados, Carmita perderá a dos hijos de lo que no volverá a saber nada, Dimás recuperará a uno de ellos que regresa a casa completamente alcoholizado... Y es que las revoluciones siempre acaban desatando fuerzas incontrolables que castigan incluso a sus partidarios.

La historia, por lo demás, está narrada desde una doble perspectiva, la del hombre adulto que puede denunciar de modo ecuánime los desastres a los que conduce una inestabilidad política continuada, y la del niño que transmite la emoción esencial del miedo: a los relatos populares de terror, a los heridos, a la sangre, a la enfermedad y la muerte: “¡La revolución! ¡La revolución! En el vientre inmenso de la noche todo se arrinconaba, todo se guarecía, todo huía del sangriento fantasma que venía tronando desde el remoto Bonao”.

domingo, 26 de julio de 2009

Cosas de clase

Maneras de decir no


En cierta ocasión, pedí a los alumnos de primero de bachiller que me dijeran cómo contestaban negativamente a una petición del tipo: “Préstame la moto”. He aquí algunas de las más de doscientas respuestas:


IRÓNICAS

¡No tienes tú fe!

¡Qué moral!

No me deja mi madre.

Más quisiera el gato [que lamer el plato]

[Acariciándole la cabeza como si se hubiera dado un golpe] ¡Ea, ea, ya pasó!


ESCATOLÓGICAS

Vete a cagar a la vía!


FAMILIARES

¡Tú tía!

¡Tu padre!

¡Tu abuela!

¡Tu hermana en bragas!


INTERROGATIVAS

¿Me ves con cara de querer?

¿Dónde vas tú?

¿A que estás tonto?

¿A ti te pagan por ser tan payaso?


DUBITATIVAS

¡No sé yo…!

Espera que me lo piense…, hum, no.

Ya te digo.

Quizás otro día.

Es una posibilidad.


POÉTICAS

Naranjas de la China

Hasta aquí llegó la riada.


Uno de los modos de negación que descubrí en el listado es el cambio de género del “tema” de la solicitud, que los niños de mi generación utilizábamos con frecuencia. Por ejemplo:


-“Préstame la mochila”

-“El mochilo te voy a prestar!

[...]

-“Dame una hoja”

-“Sí, un hojo”


Expliqué y ejemplifiqué esta “manera de decir no” en otro curso, terminó la clase, me dirigí hacia la puerta y oí a un alumno pedirle a un compañero casi a gritos (se trataba, claro, de que yo lo oyera):

-¡Chema, prestame un pollo!

Por desgracia, y porque cerré rápidamente la puerta del aula, no oí la respuesta.

viernes, 17 de julio de 2009

Teoría de Nueva York



NUEVA YORK: EL SUEÑO Y LA QUIMERA


Alfonso Armada

Madrid, Espasa- Calpe, 2007, 402 págs.


Como no podía ser de otro modo, la ilustración de portada de este espléndido ensayo sobre Nueva York ofrece la imagen que tal vez más perdure de la ciudad durante lustros en la memoria de Occidente. Una excelente fotografía de Corina Arranz muestra Manhattan como un inmenso trasatlántico de dos chimeneas navegando herido entre el Hudson y el East River. No cabe duda de que este terrible episodio, terrible en su misma ejecución pero también por las siniestras consecuencias posteriores para la historia de la humanidad (una intervención justa en Afganistán; una disparatada invasión de Irak), impulsó la composición del libro y contaminó su contenido (que no es, en sentido estricto, sólo una narración de los atentados).

Ya en el primer capítulo de libro (“El deseo y la quimera”), Alfonso Armada recoge varias premoniciones de la catástrofe: de Galo Galarza (La dama es una trampa, 1996): “Sobre esta ciudad, y eso lo juro por mi madre, lloverá candela”; de Elwyn B. White (Here is New york, 1999): “entre todos los objetivos posibles, Nueva York disfruta de una indiscutible prioridad”, a la vez que recoge otras paradojas: “José Luis García Martín recuerda en “Cadena de hoteles” [...] que los nazis habían pensado bombardear Nueva York: ‘Una V-1 lanzada desde un submarino nazi contra el Empire State’. Los misiles soviéticos han estado apuntando contra Manhattan durante décadas (como los estadounidenses contra Moscú). Y el programa americano para fabricar el primer artefacto atómico se bautizó –triste paradoja- proyecto Manhattan. Y sin embargo el atentado no fue ni nazi ni comunista, ni con proyectiles atómicos ni convencionales, sino con aviones comerciales cargados de combustible y pasajeros en gran parte estadounidenses y pilotados por musulmanes que se habían entrenado en academias estadounidenses y creían que al morir matando lo hacían por una causa tan justa como santa” (p. 39)

El segundo capítulo (“La muerte”) describe a modo de diario el atentado en Manhattan desde que a las 8,46 un avión de American Airlines se estrellara contra la torre norte. Como se sabe, todos los focos informativos del mundo iluminaron los edificios neoyorquinos durante 102 minutos hasta el desplome de la segunda torre (coincidiendo por tanto con el horario de los informativos matinales en América, de mediodía en Europa y los nocturnos en extremo oriente).

Siguen otros capítulos dedicado al rascacielos (“Las torres”), a la historia de la ciudad desde que los holandeses compraran la isla a una tribu india y la fundaran con el nombre de Nueva Ámsterdam (“La luz del pasado”), las sucesivas avalanchas de inmigrantes (“Los ríos humanos”), la imagen que de ella han dejado pintores, cineastas, escritores y músicos (“Las representaciones”) para terminar este bloque con un capítulo titulado “Teoría de Nueva York”, en que esta ciudad de ciudades (Bronx, Harlem, Queens, Long Island, Manhattan) muestra de un lado su enorme fortaleza y de otro su terrible vulnerabilidad, es objeto de deseo pero también una despiadada quimera: “Una especie de animal fascinante que te seduce, pero también te devora [...] Todo el mundo quiere hacerse un hueco en ella, es el sueño, el gran faro. Sin embargo, muchos se estrellan al llegar allí. La ciudad tiene una gran capacidad de atracción, pero muchos pierden su alma intentando cumplir sus sueños”

Junto a un indudable carácter viajero por este laberinto urbano acompañado de amigos y conocidos, sobresale de la obra que comentamos el extraordinario caudal de lecturas sobre la ciudad, una bibliografía también laberíntica en que comparecen Juan Ramón Jiménez y García Lorca, Capote y Kafka, Whitman y Paul Auster, Dalí y Hooper, pero en la que destacan como guías predilectos Henry Roth (Llámalo sueño), José María Conget (Cincuenta y dos y octava), Peter Conrad (El arte de la ciudad), Francis Scot Fitzgeral (El gran Gatsby) o el ya citado Elwin B. White (Esto es Nueva York). Y es que, como todo buen ensayo, este “Nueva York” de Armada invita al lector a un diálogo con las obras conocidas y a descubrir las que aún no conocemos.

Un segundo bloque, más breve, contiene las entradas de un diario elaborado durante los años de su corresponsalía en la ciudad, escrito entre enero de 1999 y agosto de 2005. Uno de los comentarios puede dar idea de la efervescencia de esta “capital del tercer mundo”, de este “melting pot” alimentado a partes iguales de deseos y de quimeras: “desde la Primera Avenida que oculta el East River con su farallón de hospitales para pobres, locos y torturados en guerras olvidadas a las casas sociales sin muebles y con tarados, drogadictos, exiliados y emigrantes que se han estrellado contra el canto de hierro del sueño, el tramo de Harlem con su peluquería rusa que parece un cenáculo mafioso, los masajistas chinos, el todo a cien y las escaleras donde sestean y agotan el subsidio hispanos y negros, a los adivinadores, los borrachos que duermen en la acera, la ferretería, la pequeña India y los taxistas, el emporio de las especias de Kalustian, nuestra puerta, el metro, el aparcamiento, el puesto de comida para taxistas apresurados, la pequeña África con Boradway, el bosque de Macbeth de tantas floristerías que se resiste a morir, el tramo oscuro, la moda efímera, los clubes de negros, las curvas de otras melancolías y casas baratas [...] tinglados, talleres, avenidas de ciudad industrial y el majestuoso y también casi siempre invisible Hudson. La 28, mi calle, nuestra calle, es un compendio de Manhattan. Mi Nueva York” (p. 360-370)


Collioure y Bagdag





ZARA Y EL LIBRERO DE BAGDAG


Fernando Marías

Ediciones SM, Madrid, 2008, 210 págs.


No es infrecuente que las novelas de Fernando Marías arranquen con la imagen del escritor angustiado ante la página en blanco (ante la pantalla del monitor en blanco, en su caso) y que en ese momento reciba del exterior un estímulo en forma de carta, de visita de un desconocido... que pondrá en marcha los engranajes de una narración que suele contener otra en su interior. En Zara y el librero de Bagdag este estímulo es la propuesta de Max, un misterioso anciano indigente, de que corrija un relato escrito por él. La lectura de este texto permite al escritor reconstruir los últimos días de Antonio Machado camino de la frontera francesa, momento en que abandona su legendaria maleta con textos inéditos, y, más tarde, en el interior de un hotel en Collioure. ¿Cuáles fueron las últimas cinco palabras del escritor?

Solapada con esta narración encontramos otro relato: el de Zara y su padre, librero en Bagdag, bajo los bombardeos estadounidenses y el posterior caos de violencia y saqueos. La huida de Irak y su llegada a Madrid no supondrá la desaparición de un peligro cierto.

Aunque puedan considerarse dos narraciones autónomas, lo cierto es que comparten varios motivos, la guerra, la condición de víctimas de guerras injustas, el exilio...

Atractivas para cualquier lector, las novelas de Fernando Marías (y en especial las que forman una trilogía sobre la guerra: El vengador del Rif, 2001; La batalla de Matxitxako, 2001, y Cielo abajo, 2005) son recomendables, especialmente, para lectores jóvenes habituados a la velocidad trepidante de la narración visual (películas, series de televisión), pues las tramas se desarrollan con una extraordinaria agilidad en que los acontecimientos, como afirma Baroja en algún capítulo de Zalacaín el aventurero, “marchan al galope”.

Ensayos sobre el Quijote




DE CLARO EN CLARO


Jaime Fernández Martín

Editora Regional de Extremadura, Mérida, 2009, 445 págs.


Autor de una selección de pensamientos relacionados con la educación (Latín y mentiras, Madrid, Valdemar, 1999), Jaime Fernández Martín (Villamiel, Cáceres, 1960) recoge en el presente libro un conjunto de ensayos sobre la obra cervantina, que publica ahora la Editora Regional de Extremadura en su colección “plural”. “Fiel a la tradición del ensayismo literario, esta lectura del Quijote ahonda en algunos motivos centrales de la novela: la construcción de la identidad del caballero andante forjada por el hidalgo Alonso Quijano a partir de la imitación de los modelos caballerescos que conocía por los libros del género, el afán de inmortalidad que le empujó a seguir su ejemplo y la ambigüedad de la locura de Don Quijote. Pero es en la amistad con Sancho Panza donde el autor sostiene que Cervantes elevó a cotas insuperables su imaginación dialéctica. Con si impagable espontaneidad, expresada en un lenguaje popular enriquecido por el uso del refranero, el campesino analfabeto airea la mente y la memoria libresca de su amo.

En este ensayo se analizan los conceptos antitéticos de imitación e invención, verdad y mentira, verosimilitud e inverosimilitud y credulidad e incredulidad sobre los que Cervantes levanta el edificio del Quijote mientras, por boca de algunos personajes, desvela al lector las claves de su forma de entender el arte de novelar” [texto de contraportada]


miércoles, 15 de julio de 2009

El peligro islámico




EL HOMBRE MÁS BUSCADO


John Le Carré

Barcelona, Plaza & Janés, 2009, 393 págs.


Pocas lecturas recuerda uno tan absorbentes como la de El espía que surgió del frío (1963), cuya compleja trama y sorprendente desenlace estamos deseando olvidar para releer la novela. En estos mismos años de la “guerra fría”, ambientó John Le Carré (Poole, Inglaterra, 1931) otros títulos como El amante ingenuo y sentimental (1971), El topo (1974) o La gente de Smiley (1979). Con la caída del muro de Berlín en 1989 el autor británico ha dado entrada a tramas y personajes que reflejan un contexto internacional distinto al de los dos bloques, en que los espías de la KGB han sido sustituidos por políticos predadores, directivos de empresas farmacéuticas sin escrúpulos, mandatarios soviéticos reconvertidos en empresarios mafiosos, políticos corruptos de la Sudáfrica del “apartheid” o terroristas islámicos.

El hombre más buscado es, según todos los indicios, Isa (Jesús en árabe) Karpov, hijo de un coronel ruso y una joven chechena, encarcelado y torturado en Turquía e inmigrante ilegal en Alemania. Sobre este muchacho ensimismado y piadoso se acumulan los enigmas: ¿cómo pudo escapar de una cárcel turca y penetrar en Alemania? ¿Cómo es que este musulmán en las fronteras de la mendicidad lleva encima una gran cantida de dinero? ¿Por qué el director del banco Brue Fréres de Hamburgo accede a entrevistarse con él?

Mientras tanto, los servicios de inteligencia de tres países siguen sus pasos, pero el desarrollo de la acción nos permitirá conocer a otro personaje clave en la novela, el doctor Adbullah, líder religioso de la comunidad islámica alemana, un hombre de paz respetado por todos del que dependen numerosas organizaciones humanitarias islámicas. ¿Tiene algún fundamento la teoría del “cinco por ciento” manejada por los servicios secretos; esto es, el porcentaje que, calculan, acaba detrayéndose de las obras benéficas para la compra de armamento?

En las novelas de Le Carré, como muy bien saben sus lectores, nada es lo que parece. Puesto que sus tramas no pueden analizarse sin dañar la lectura, nos limitaremos a subrayar una de las numerosas cualidades de la novela: la extraordinaria calidad de los diálogos al servicio de una precisa caracterización de los personajes. Pondremos una muestra. En la siguiente escena, el banquero británico Tommy Brue recibe de su esposa la noticia de que piensa divorciarse e irse a vivir con su amante, Bernhard. En este momento, se produce el siguiente diálogo entre la “cándida” esposa y su flemático marido:


“-Últimamente Bernhard está pesadísimo -comentó mientras Brue leía, absorto, su Financial Times-. Hildegard va a dejarlo.

Brue bebió un poco de café y se limpió los labios con la servilleta. En sus juegos, la primera regla de la vida era no mostrarse nunca sorprendido por nada.

-En ese caso, debe de ser Hildegard la que está pesadísima últimamente -afirmó.

-Hildegard siempre ha sido pesadísima.

-¿Y qué ha hecho el pobre Bernhard para resultarte tan pesado? -preguntó Brue, tomando partido por el hombre.

-Me ha propuesto matrimonio. Tengo que dejarte y pedir el divorcio y pasar el verano con él en Sylt mientras decidimos dónde vivir el resto de nuestras vidas -explicó, indignada-. ¿Te imaginas, compartir la vejez con Bernnhard?

-Para serte sincero, compartir cualquier cosa con Bernhard es algo que escapa a mi imaginación.

-Y Hildegard está pensando en demandarte.

-¿A mí?

-O a mí, ¿qué más da? Por apartar a su marido de ella con mis encantos. Cree que eres rico. Así que tendrás que demandar a Bernhard para hacerla callar. Voy a preguntar a tu amigo Westerheim quién es el mejor abogado.

-¿Se ha parado Hildegard a pensar en la publicidad?

-Adora la publicidad. Se regodea en ella. Nunca había oído nada más vulgar.

-¿Has aceptado la propuesta de Bernhard?

-Me lo estoy pensando.

-Ah. ¿Y hasta dónde has llegado en tus reflexiones?

-No sé muy bien para qué nos servimos el uno al otro, Tommy.

-¿Tú y Bernhard?

-Tú y yo”.

(Pág. 317)

martes, 14 de julio de 2009

El rostro y la máscara



LOS VEINTICUATRO DÍAS


Kalman Barsy

Valencia, Pre-textos, 2009, 264 págs.


Nacido en Budapest en 1942, Kalman Barsy emigró con sus padres a Argentina en 1949. Tras residir y estudiar durante varios años en Estados Unidos y Francia , acabó estableciéndose en Puerto Rico como profesor de universidad. Sus obras (Amor portátil, 1989; Verano, 1995; La cabeza de mi padre, 2002, una novela corta publicada por Pre-textos...) han sido escritas todas ellas en castellano.

Elaborada a manera de diario, Los veinticuatro días, ganadora de la XIII edición del premio “José María de Pereda 2008”, relata el viaje que el escritor rumano Láslo Benedek realiza desde Puerto Rico hasta Pécska, una aldea al sur de Rumanía en que nació su padre, realizando así un trayecto inverso al que su familia hizo tras la invasión de su país por las tropas rusas en los estertores de la segunda guerra mundial. El propósito de este periplo, el mismo que aparece en La cabeza de mi padre, tiene una base biográfica, según recuerda el escritor ("Un amigo me regaló una cabeza de yeso, y era la máscara de mi padre de joven. Yo me la llevé y estuve diez años viajando con ella”), como también la tienen otros rasgos del personaje (instalado con su familia en Argentina, novelista en lengua española, profesor de la universidad de Puerto Rico...).

En el momento en que arranca la narración, Láslo Benedek, recién salido de una operación de cáncer de próstata, es un hombre de 63 años que ha sido obligado por la policía a abandonar su hogar y sus libros acusado por su esposa de violencia doméstica. Es entonces cuando, “loveless, homeless, wifeless”, toma la decisión de realizar un viaje a los orígenes, hasta la aldea del padre fallecido para enterrar allí su máscara. Comienza así un viaje a solas en avión a Nueva York (en cuyo aeropuerto es víctima del trato dado a los pasajeros tras el atentado del 11 S), París, Viena y Budapest. La descripción diarística de este recorrido, repleta de episodios nimios (conoce a una joven alemana, convive en Budapest con viejos amigos y nuevos conocidos, visita en los arrables de la ciudad el Szobor park, al que han desterrado las monumentales estatuas de la era socialista ...) convive con numerosos recuerdos del pasado que nos permiten reconstruir su historia y la de su familia, dominada por la figura del padre, el autor de Cálculos topográficos cuya traducción al castellano tanto unió a padre e hijo.

Pero en este viaje exterior e interior no faltan oscuras zonas de sombra: ¿por qué la familia salió de Hungría cuandos los rusos invadieron el país?, ¿por qué su padre eligió la Argentina de Perón en lugar de Canadá o Estados Unidos?, ¿por qué en Buenos Aires vive aislado de la comunidad húngara?, ¿por qué su hermano mayor se distanció por completo del padre? Y, de improviso, en Budapest, una frase oída al azar (“lo mejor que hizo su padre fue emigrar. Aquí no hubiese podido escapar a la venganza judía”) le permite reconstruir, en un destello, un pasado atroz. “Todo caía en su sitio”, concluye el protagonista. Ahora cobra sentido la “pistolita Frommer calibre 6,36” que el padre posee (y el miedo a estados democráticos y el alejamimento del hijo mayor), ahora es posible imaginar a su padre como protagonista de episodios terribles cuando los “cruces flechadas” arrojaron a los judíos de Budapest, descalzos, a las heladas aguas del Danubio, y permite entender los eufemismos del pariente fascista con el que se encuentra (“a tu padre lo acusaban de participar en la organización de las brigadas de trabajos forzados de los judíos de Budapest”).

Benedek, que carga con la máscara del padre, acaba de dar con su verdadero rostro: el de un criminal de guerra. Al llegar a Pécska, conmocionado por sentimientos contradictorios (el odio, el perdón), Láslo arroja la efigie al río Maros: “¿Qué más se puede pedir, que lo devuelvan a uno al río de su infancia?



lunes, 13 de julio de 2009

Contra el acoso escolar





21 RELATOS CONTRA EL ACOSO ESCOLAR


Fernando Marías y Silvia Pérez [coords]

Madrid, Ediciones SM, 2008, 262 págs.

Prólogo de Fernando Marías

Textos de César Mallorquí (“Chico Omega”), Espido Freire (“Aprende”), Lola Beccaria (“La diferencia”), Monserrat del Amo (“En tierra de nadie”), Marta Rivera de la Cruz (“¿Conocéis a Silvia?”), Andreu Martín (“Pasarse de la raya”), Elena O’Callaghan i Duch (“Las dos caras de la moneda”), Lorenzo Silva (“Un poco de simetría”), Martín Casariego (“Tú, no”), Carlos Jiménez (“No lo entiendo”), Alfredo Gómez Cerdá (“Figura de Cartón”), Ana Alcolea (“Martina”), Gustavo Martín Garzo (”El protector”), Carlos Frabetti (“Fidel Castro y el Coronel Moscardó”), Ana Alonso (“Sueño cumplido”), Elia Barceló (“La luciérnaga”), Gonzalo Moure (“Moraíto como un lirio”), Rosa Regás (“Pelo Paja”), Jordi Sierra i Fabra (“Memoria”) y Care Santos (“Marcar un gol”).



Publicado en 2008, 21 relatos contra el acoso escolar es un proyecto colectivo coordinado por Fernando Marías y Silvia Pérez cuya vigencia no ha disminuido un ápice desde entonces ni, nos tememos, decaerá en los próximos años. En él, escritores de reconocido prestigio, vinculados en algún caso con la literatura juvenil y al ámbito de la enseñanza, han abordado uno de los problemas más graves de la educación en España, acentuado además por la entrada en las aulas de esos alumnos, doblemente indefensos, que no conocen el idioma (asunto, por cierto, de uno de los relatos, “¿Conocéis a Silvia?”).

El alto número de colaboraciones logra reflejar el problema desde perspectivas distintas (el agredido, el agresor, el testigo complaciente o atemorizado, padres intranquilos, padres desentendidos, tutores ineptos....) y las diversas situaciones permitirían recomponer una “escala del acoso”: ignorar y hacer el vacío, poner un apodo, zancadillas, empujones furtivos, insultos, escupitajos, libros y cuadernos rotos, anónimos y amenazas, difamaciones, grabaciones ocultas que se cuelgan en la red, llamadas y e-mails obscenos, palizas...

Si en los casos graves el diagnóstico no presenta dificultades, sí es complicado, sin embargo, fijar el origen del acoso, porque el tránsito de la broma al agravio es gradual y porque los insultos son palabras lexicalizadas que han perdido su contenido semántico originario de modo que solo el chico sabe cuándo uno de esos calificativos lo humilla. Damos por supuesto que si un niño le dice a otro: “No me pillas, tortuga” no merece reprensión alguna, que si el dueño del balón decide rechazar a un compañero (“Tú, no”, como se titula el relato de Martín Casariego) no pasa de ser algo anecdótico, pero puede que estemos ante el inicio de un caso de marginación que se agrave a medida que esa promoción de niños escale por el sistema escolar.

Una barrera invisible separa en estos casos a los adultos (padres, profesores, tutores) de los alumnos y sus problemas, más opaca aún por cuanto ante cualquier requerimiento ambos, acosador y acosado, mienten, el primero para conservar su posición de dominio, el segundo porque tiene asumidos, como algo natural, la postergación o el desprecio, y porque ya se siente lo bastante débil como para hacerlo público buscando la protección de los mayores.

En estos relatos nos encontramos con diversas modulaciones del acoso. En “Chico omega” el alumno hostigado oye de labios de un profesor la exposición precisa de su infortunio: “El lobo omega ocupa el último puesto en la manada y es el blanco de todas las agresiones sociales. Víctima del desprecio de sus congéneres, el lobo omega adopta una actitud de sumisión permanente y puede acabar abandonando el grupo para convertirse en un lobo solitario”. En “Aprende”, Espido Freire dibuja a una familia desestructurada en cuyo seno una joven llega a situarse, sin trabas de ningún tipo, en el límite de la delincuencia. Rosa Regás (“Pelo Paja”) traza el perfil de una niña acosada que descubre en la violencia un medio de redención: ha llegado la hora de la venganza. Marta Rivera de la Cruz (“¿Conocéis a Silvia”?) relata cómo la líder de un grupo de alumnas consigue someter a una niña bielorrusa al aislamiento de los demás y al desprestigio...

Acomodados al lema horaciano “dulce et utile”, estos relatos, de una notabilísima calidad literaria, pueden ayudar a muchos lectores, juveniles o adultos, a reconocer un problema, con frecuencia “invisible”, que ha empujado a tantos adolescentes a la pérdida de autoestima, a la soledad, a la depresión.

domingo, 12 de julio de 2009

Rueda de reconocimiento


Ayer me topé con este micro-relato que me parece, por muchas razones, idóneo para ejemplificar un género narrativo muy cultivado en la actualidad. Con una extraordinaria economía de medios (no hay nada de descripción ambiental, ni caracterización de personajes, ni narración del caso...), logra apuntar una trama “negra” que el lector debe reconstruir. ¿Qué delito se ha cometido?, ¿el narrador es un hombre o una mujer?, ¿cuántas víctimas hay en esta historia?, ¿cuántos verdugos?, ¿será castigado algún inocente?...


“Entonces reconocí la mirada de la fotografía. Era aquel cerdo del callejón. El policía asintió con la cabeza y le dio el retrato a otro agente. ‘Dicta una orden de busca y captura’, le dijo. A la semana siguiente, me llamaron para una rueda de reconocimiento. Me pusieron tras un cristal y entraron cinco hombres. ‘¿Cuál de ellos lo hizo?’, me preguntaron. Dudé un instante, pero después de examinar los ojos de todos lo tuve claro. ‘El de la camisa azul’. A los otros cuatro los soltaron, pero yo seguí al del jersey rojo hasta su casa. Saqué la tijeras y le dije: ‘¿Te acuerdas de mí?’”.

(“Rueda de reconocimiento”, de Manuel Sánchez, ganador del segundo concurso de micro-relatos de la cadena Ser)


jueves, 9 de julio de 2009

Justo Vila: los espacios del compromiso




ASPECTOS ESPACIALES EN LA NOVELÍSTICA DE JUSTO VILA


María José Aguilar Orozco

Badajoz, Del Oeste Ediciones, 2009, 347 págs.

Presentación de Mª Elena Barroso Villar


Frente al reflejo del presente, Justo Vila (Helechal, 1954) ha tendido a recrear en sus novelas algunos de los más dramáticos tramos cronológicos de nuestro pasado, como los años de resistencia antifranquista, (La agonía del búho chico, 1994), el momento en que las estructuras sociales del Antiguo Régimen entran en crisis en Extremadura (Siempre algún día, 1998), la interminable dictadura mililtar (La memoria del gallo, 2001) y el verano de 1936 en Extremadura (Lunas de agosto, 2006).

Aspectos espaciales en la novelística de Justo Vila, que ahora publica Del Oeste Ediciones, es el resultado de una rigurosa tesis doctoral que María José Aguilar Orozco dedica a las tres primeras obras del autor extremeño (pues Lunas de agosto no había visto por entonces la luz), centrada, de modo especial, en el concepto de “espacio” y sus ámbitos: espacio topográfico, espacio social, espacio de la historia y espacio de la lectura. En el apartado final de conclusiones, la estudiosa afirma: “La narrativa viliana responde a una clara premisa: el pleno compromiso con la literatura y con la vida. Cuando hablamos de compromiso no nos referimos exclusivamente al compromiso 'social', pues -sin descartarlo, y reconociéndole un lugar preferente en su obra- aludimos al que el creador literario tiene con la literatura, como ilustración del necesario commpromiso del artista con el arte. Resultan evidentes, en este sentido, la evoolución de su escritura hacia una mayor madurez narrativa y la clara impregnación de los temas que novela en elementos vinculados a la identidad regional, desde una renovada concepción del costumbrismo y con el referente siempre de la necesidad de recuperar la memoria histórica, en un sentido amplio: nacimiento del socialismo agrario, violencia macroesstructural que justifique el desfase socioeconómico de ciertas regiones, connsecuencias de las desamortizaciones, de la mecanización del campo, del trazado inicial del ferrocarril, que amplía el horizonte de las líneas de investigación abordadas desde sus estudios históricos, centrados en la guerrilla antifranquista”.

martes, 7 de julio de 2009

Poemas, canciones





LUZ DE TIERRA

Pablo Guerrero


Textos de: Santos Domínguez (“Por la calle del aire”), Basilio Sánchez (“Hay un hombre en la orilla”), Javier Rodríguez Marcos (“Cansancio”), Félix Grande (“Noria de noches”), José A. Ramírez Lozano (“Maneras del deseo”), Serafín Portillo (“Solo un instante”), Santiago Castelo (“Nana estival para acunar un amor”), Alejandro López Andrada (”Los visillos”), Jesús García Calderón (“Antes de otoño”), Mª José Flores (“De la mujer”), Álvaro Valverde (“Los pasos de noviembre”), Ada Salas (“Paisaje urbano”), Ángel Campos Pámpano (“Por aprender del aire”), Luciano Feria (“La calle limpia”), José Antonio Zambrano (“Canto desnudo”).

Producción: Luis Mendo

Músicos: Luis Mendo, Nacho Sáenz de Tejada, Santi Vallejo y Luis Escribano.

Fotografías: Enrique Cidoncha.

Diseño gráfico: Miguel Goñi

[Dedicado a Ángel Campos y Fernando Pérez]


Por su morfología Luz de tierra es un proyecto colectivo que guarda muchas similitudes con obras de los años sesenta y setenta, cuando llega a su auge en España la llamada “canción protesta”. Con escasa influencia estadounidense (Peter Seeger) y una marcada huella hispanoamericana (Violeta Parra, Víctor Jara) y francesa (Georges Brassens, Jacques Brel), este tipo de canción, sobre textos propios y ajenos, atrajo a autores como Raimon, Paco Ibáñez, Víctor Manuel, Imanol, Labordeta, Lluis Llach, Juan Manuel Serrat o los extremeños Luis Pastor y Pablo Guerrero.

El propósito que animaba a estos cantautores no era muy distinto a los de los poetas de la generación del cincuenta (como Otero, Celaya, o Ángel González): convertir el poema, y la canción, en un “arma cargada de futuro”, en una herramienta de transformación social y en un medio de crear estados de conciencia colectivos con el fin de derrumbar el interminable régimen nacido de la guerra civil. Este es, como se sabe pero no supo ver el censor de turno, el sentido de los versos de “L’estaca” de Luis Llach: “Si estirem todos ella caurá / i molt de temps no pot durar”...

Cuando recurrieron a poner música a textos ajenos, los poetas preferidos fueron Antonio Machado, Rafael Alberti (“A galopar, a galopar / hasta enterrarlos en el mar”), Miguel Hernández (“Carne yugo ha nacido / más humillado que bello”) y Celaya (“Siento en mí a cuantos sufren / y canto respirando”), además de otros muchos nombres, entre los que citamos a Octavio Paz, algunos de cuyos poemas musicó Luis Pastor (“Madrid, 1937 / En la plaza del Ángel, las mujeres / cosían y cantaban con sus hijos. / Después sonó la alarma / y hubo gritos / casas arrodilladas en el polvo...”).

Tan intensa era esta determinación que podía encontrarse en las letras más intimistas. Así sucede en una de las más conocidas canciones de Pablo Guerrero, en que su arranque (“Tú y yo, muchacha, estamos hechos de nubes”) anuncia una composición amorosa cuyo segundo verso niega rotundamente (“pero ¿quién nos ata?”), pues el poema incorpora la denuncia de una coacción política y moral que, como aseguraba Llach, tiene los días contados (“que es tiempo de vivir y de soñar y de creer / que tiene que llover / a cántaros”).

Pasados los años, la poesía y la canción regresan al ámbito de la intimidad, pues la labor de testimonio y denuncia está reservada, en sociedades democrática, a la prensa independiente. Si comparamos la presente obra con cualquiera de aquellos años resaltan de inmediato los cambios. El poema ha vuelto a refugiarse en el intimismo. Y así, el amor y las emociones aledañas están presentes, de un modo u otro, en los poemas de Santos Domínguez, Serafín Portillo, Ramírez Lozano, Santiago Castelo, Ángel Campos, Luciano Feria o José Antonio Zambrano, al tiempo que los tonos graves y meditativos aparecen en las composiciones de Álvaro Valverde y Basilio Sánchez.

¿Ha desaparecido por completo el enfoque testimonial y crítico? No. Podemos encontrarlo en un poema de Félix Grande (pero el texto pertenece a un libro de 1978, Las Rubáiyátas de Horacio Martín): “Otros sufren de hambre o padecen prisión / o viven con vergüenza o con humillación [...] Yo llevo ese secreto que va en mi corazón”.

El hecho de que un planteamiento similar pero desde una perspectiva femenina, o incluso feminista, aparezca en una autora tan joven como María José Flores (1963) invita a pensar que la visión solidaria del entorno y la apertura a lo demás es, en última instancia, otro de los temas universales de la poesía:


“Las mujeres marcadas por la ceniza

veladas por la niebla del desprecio.

La que oculta su cuerpo con las lunas y busca

la pureza del agua.

La que trenzó en la noche un collar silencioso

de abandono y espera.”

[Publicado en Hojas de plata, nº 2, 2009, págs. 25-26]