El pasado sábado (9.11.13), el periódico Hoy publicaba en su suplemento "Trazos" una reseña de Enrigue García Fuentes sobre Enredada calma, el primer libro de poemas publicado por Víctor Valadés (Don Benito, 1975), que, con el permiso de su autor, reproducimos.
Complicado discurso
Por las
razones que sean ha transcurrido un importante tiempo de silencio sin que la
más que benemérita colección “Alcazaba”, de la
Diputación de Badajoz, asomase a la estanterías. Y era una pena porque
todo buen conocedor de la poesía en nuestra tierra sabe que en ella vieron la
luz textos hoy insoslayables en el ámbito poético nacional. Por eso es muy de
agradecer que, de nuevo con una presentación distinta, pero conservando el
cuidado y la dedicación que siempre la caracterizaron, lleguen a nuestras manos
nuevas entregas de esta aventura editorial.
Lo
que hoy traemos es la primera obra publicada por Víctor Valadés, extremeño
natural de Don Benito, donde nace en 1975. El siempre bien informado Simón
Viola sabe de sus prontos flirteos con lo literario y que en 2002 logró el
primer premio de los Juegos Florales del Colegio Claret, en su XXX edición, con
un poemario titulado Olores de desencanto,
que no parece haber llegado a la imprenta. Nos encontramos, pues, ante una
nueva irrupción en el fértil panorama poético de nuestro territorio, cosa
estimulante siempre, y que, por una vez, no viene de Plasencia y su entorno,
lugar donde la semilla literaria parece haber agarrado de forma sólida
últimamente. En un momento especial, donde los selenitas irredentos están
llevando a cabo, desde su ámbito estrictamente privado, la mejor puesta al día
que se ha realizado de la producción poética en Extremadura de los últimos
veinte años, satisface enormemente encontrarnos con que las instituciones, en la
medida en que pueden, vuelven a apoyar iniciativas tan minoritarias como la que
nos ocupa.
Enredada
calma, conviene decirlo desde el primer momento, es un poemario abrupto,
casi incómodo, con versos afilados como aristas que causan más estupor que daño
cuando se nos clavan. Estamos ante una escritura sorprendente (“tu ausencia era
una tilde / en una palabra que no la necesita / y por eso comía mirando a la
pared”), poco amiga de levedades y sutilezas (“la esclavitud se parece a tus
dientes / mordiendo mi miembro amoratado”), de bruscos volantazos que nos sumen
en una peligrosa inseguridad cuando viajamos por sus vísceras (“Te quiero sin
demasiado deleite, / amando la distancia / de una electricidad entretenida /
que viene a matar”), sin recato al no esquivar las posibilidades que ofrece lo
nuevo por prosaico que pueda antojársenos (“Porque mi corazón es como un iPad /
y cuando la energía no existe, se borra.”). Y es que éste es un libro muy en
carne viva, muy sugerente; tan intrincado como decididamente imperfecto. Valadés
basa muchos de sus efectos en el equívoco, lo que evidencia su dominio del
lenguaje y el manejo sólido de los recursos más básicos, por eso es más que
necesaria la constante relectura en su trayecto. Ya el oxímoron que campea en
el mismo título del poemario nos advierte de lo tortuoso de su recorrido. Y en
su interior, midiendo bien las pausas, esperando del lector la correcta lectura
que le permita gozar de la ambivalencia de su mensaje, Valadés nos reta con su
atrevido discurso. Precedido de la introducción en forma de poema (“El río de
diferentes corrientes”) planteado como una especie de monólogos alternativos
(que no diálogos), discurrimos por veintiséis poemas –todos con título, algunos
muy sugerentes, “La humedad del purgatorio”, “A lo mejor se llega por aquí…”,
“El pastel está en la mesa”, “Un regalo sin demasiado de nada”- agrupados en
tres partes de similar duración, nueve, nueve y ocho poemas en cada una. La
unidad temática queda conferida desde el primer poema señalado, pues nos da la
impresión de asistir a un discurso donde los amantes no hacen más que echarse
las cosas en cara, hablarse en tono desairado (desafiando la ley no escrita del
discurso embellecedor), lo que, sin embargo, pese a su densidad y a su carácter
un tanto críptico, termina por dotar a los versos de una apreciable sensación
de cercanía.
Desgaste,
sinrazón, enumeraciones caóticas, un discurso melopeico, tan absurdo a veces
como bien timbrado la mayoría de las mismas, conforman un racimo de poemas sin
salida aparente, gozosos en su errático devenir, retándonos a descubrirles un
hilo conductor y quedando tan airosos como indolentes si no somos capaces de
conseguirlo. Importa bien poco que vayan o no por ahí los tiros; cuando la
calma se enreda pierde su peculiaridad más intrínseca; e incomoda; e
intranquiliza.
ENRIQUE GARCÍA FUENTES
Víctor Valadés, Enredada calma. Badajoz, Diputación de
Badajoz, col. Alcazaba, 2013.
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