Tras su intervención ante los alumnos de bachiller, Laura Freixas (que, como los dioses paganos, tiene dos árboles simbólicos, el laurel y
el fresno) tuvo la deferencia de regalarme un ejemplar de Amor o lo que sea (Barcelona, Destino, 2005), una novela singular
que alterna pasajes narrativos y ensayísticos, marcados respectivamente por las
emociones convulsas y por la lucidez lectora. En la dedicatoria afirma que
encontraré en ella “como en el diario [Una
vida subterránea, Madrid, Errata Naturae, 2013] la cara oculta del brillo literario”. Y en efecto,
la trama arranca con el tránsito de la vida universitaria, fácil y quimérica,
al mundo real, lo que le permitirá conocer de primera mano todas las artimañas
del mundo editorial y las añagazas sobre las que se levantan ciertos triunfos literarios, mientras vive una pasión tan turbadora como destructiva (pero también aleccionadora).
Reproducimos un pasaje que presenta a la protagonista absorta ante una
encrucijada de posibilidades desconocidas.
“Había llegado
el otoño. Los días se hacían frescos, meditativos, de sombras afiladas. Era un
tiempo como para comprarse un vestido de angora, ir al cine, ponerse botas
altas, pasear por las plazas de Gracia, recónditas y desproporcionadas como plazuelas
toscanas, para tomar té mientras afuera llueve… Pequeños placeres, modestos y
accesorios; placeres para antes, mientras llega el futuro –un relámpago, un
terremoto, una revelación: ¿no era eso el futuro?-, o para después, placeres de
jubilado, de cuando ya pasó todo. Pero ahora no era antes ni después, ahora era
ahora, era el por fin, era el momento… ¿de qué? Lo que fuera no llegaba.” [p.
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