CORTE FINAL
Jaime Echeverri
Manizales (Colombia), Ed. Universidad de Caldas, 2015, 87 págs.
Prólogo de Juan Manuel Roca
Nacido en Manizales en 1943,
Jaime Echeverri realiza estudios de periodismo y Comunicación publicitaria en
Santiago de Chile y Buenos Aires. En 1968 logró el Premio a la Mejor Narración
Breve y fue Premio Nacional de Cuento en 1972. Historias reales de la vida falsa (1979), su primer libro de cuentos,
consolidó su nombre en el panorama nacional, refrendado por Las
vueltas del baile en
1992, Versiones y perversiones (2000)
y El mar llega a todas las playas
(2010). También es autor de las novelas Reina de picas (1992) y Corte
final 2001). La
Editora Regional de Extremadura publicó en 2009 un conjunto de micro-relatos, Versiones,
perversiones y otras inversiones, en su colección “Letras
americanas”.
En 2015, la Editorial Universidad de Caldas reeditó Corte final,
una novela corta cuya trama arranca cuando Néstor recibe la noticia del
fallecimiento de su madre, una circunstancia que le obliga a regresar a
Manizales, ciudad de la que se marchó hastiado de su carácter provinciano
lastrado por una ética de las apariencias. Entre la curiosidad por los cambios y la displicencia, este viaje lo
enfrentará con sus recuerdos de niñez y juventud, con el dolor por el
fallecimiento de su madre y el recuerdo de su padre suicida, con las
transformaciones de una ciudad que contempla como “un vestido de mujer tirado
sobre el mueble después de un baile de disfraces”.
Reproducimos un fragmento en
que la visión nocturna de la ciudad aparece contaminada con los recuerdos de su
niñez.
“Ahora es la noche y de noche
salía de la mano del abuelo a contemplar la 23 desde el parque de Caldas hasta
el Oyala y bajar por allí hasta el barranco por donde sale el camino a La
Francia. Allí mismo en la oscuridad resaltaban las luces de pueblos lejanos y
los relámpagos de las tormentas del Pacífico. Era la mirada occidental. Y me
doy cuenta ahora, sólo ahora, que Manizales va de Oeste a Este. Abajo debe
correr el Cauca y más allá, en esa boca de lobo, deben dibujarse, o mejor se
disuelven diferentes planos de montaña. Dientes oscuros, mordedores de
distancias. Eran visiones nocturnas. ¿Imaginaciones, mejor? En noches claras la
visión era larga y se podía un mapa mental donde los poblados brillaban y el
mundo parecía detenerse con cierta placidez. Entonces no había ansiedad. Eso
fue luego de asumirme como hijo renegado de la ciudad” [pp. 40-41]
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