LA FORMA DE LAS
RUINAS
Juan Gabriel
Vásquez
Madrid,
Alfaguara, 2015, 549 págs.
La
forma de las ruinas es la quinta y, por ahora, última novela de Juan
Gabriel Vásquez (Bogotá, 1973), con la que quedó finalista del premio nacional
de narrativa colombiana del presente año, un género que muestra en estos
momentos una notabilísima altura literaria (la novela premiada fue Después y antes de Dios, de Octavio Escobar, publicada por Pre Textos
en 2014 y ganadora del premio “Ciudad de Barbastro” de ese mismo año). En 2001,
Juan Gabriel Vásquez publicó su primera obra narrativa, un libro de relatos
titulado Los amantes de Todos los Santos,
al que siguieron las novelas Los
informantes (2004), Historia secreta
de Costaguana (2007, premio Qwerty en Barcelona y premio Fundación Libros
& Letras de Bogotá), El ruido de las
cosas al caer (premio Alfaguara 2011, English Pen Award 2012, premio Gregor
con Ressori 2013, IMPAC Dublin Literary Award 2014) y Las reputaciones (premio Real Academia Española 2014 y premio
Arzobispo Juan de San Clemente 2014).
Escrita desde la situación real del
escritor, más o menos manipulada literariamente, La forma de las ruinas se propone
reconstruir las circunstancias en que se produjo el asesinato de Jorge Eléicer
Gaitán, candidato disidente del partido liberal, ocurrido el 8 de abril de 1948
en Bogotá. Las protestas populares y la durísima represión supusieron el inicio de
un periodo histórico conocido como “La Violencia”. Tanto este magnicidio como
otro anterior recordado en la novela (el de Rafael Uribe Uribe, en octubre de
1914, también candidato del partido liberal) fueron atribuidos a asesinos (dos
en el caso de Uribe) que actuaron por propia iniciativa y sin ningún apoyo. La
revisión de este par de casos deja muchas dudas sobre la versión “oficial” de
los hechos (como también sucede con la versión oficial del asesinato del
Kennedy o el frustrado golpe de estado dado en España en febrero de 1981). La
novela (género definido por Balzac como la “historia privada de las naciones”) se
sitúa así en un plano similar a obras como Anatomía de un instante de Javier Cercas (a quien se alude veladamente en el texto que hemos
seleccionado), erigiendo un discurso enfrentando al que el “poder”, con todos
sus instrumentos de manipulación (políticos, judiciales, periodísticos) impone
en todas partes.
“El 9 de abril es un vacío es en la
historia colombiana, sí, pero es otras cosas además: un acto solitario que
mandó a todo un pueblo a una guerra sangrienta; una neurosis colectiva que nos
ha servido para desconfiar de nosotros mismos durante más de medio siglo. En el
tiempo transcurrido desde el crimen los colombianos hemos intentado, sin éxito,
comprender lo que ocurrió ese viernes de 1948, y muchos lo han convertido en un
entretenimiento más o menos serio y han consumido así su tiempo y sus energías.
También hay norteamericanos -yo conozco a varios- que se pasan la vida entera
hablando del asesinato de Kennedy, de sus detalles y sus pormenores más
recónditos, gente que sabe de qué marca eran los zapatos de Jackie el día del
crimen, gente que puede recitar frases enteras del informe Warren. Y sí:
también hay españoles -no conozco a muchos, pero sí a uno, y con él me basta-
que no dejan nunca de hablar del fallido golpe del 23 de febrero de 1981 en el
Congreso de Diputados en Madrid, y que podrían encontrar con los ojos cerrados
los huecos de los tiros en las paredes del hemiciclo. Hay gente igual en todo
el mundo, me imagino yo, gente que responde así a las conspiraciones de sus
países: convirtiéndolas en un relato que se cuenta y se vuelve a contar, como
las fábulas de niños, y también en un lugar de la memoria o la imaginación, un
lugar virtual al que vamos para hacer turismo, revivir nostalgias o tratar de
encontrar algo que se nos ha perdido” [pp. 25-26]
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