ENTORNO
CLARO
Haikus,
Jaiquillas
Carlos Medrano
Mérida, Editora Regional, Col. Poesía, 2021, 73
págs.
La vida de Carlos Medrano (Salamanca, 1961) ha
transcurrido entre Extremadura -su tierra de formación vital y literaria-,
Valladolid y Mallorca donde reside desde hace 25 años y es profesor de
secundaria. Ha publicado algunos libros: un inicial Corro (Badajoz, 1987), Las
horas próximas (Badajoz, 1989), los cuadernos o plaquettes A lo breve (Mérida, 1991) e Imágenes, encuentros (Valladolid, 1996).
Tras un cierto periodo de silencio creativo y desconexión insular, en
septiembre de 2010 abre un blog llamado Isla de lápices donde ha ido recogiendo su nueva obra escrita desde entonces y
otros materiales anteriores. Al margen de otras colaboraciones previas, en los
últimos años ha participado en una antología de poetas vallisoletanos, Sentados y de pie, 9 poetas en su sitio (Fundación Jorge Guillén, 2013) y publicado en
edición no venal Donde poder volver
(Don Benito, 2016). Entorno claro,
que ahora publica la Editora Regional de Extremadura, recoge una serie de breves poemas situados en una tradición de
la que el poeta da cuenta en un epílogo. En él cita referentes como Antonio
Piedra, Francisco Pino o los tankas de Ángel Campos que recogen, con una
expresión minimalista (aquella que no puede ser mejorada por la eliminación de
algún componente), textos sucintos que captan una mirada a la naturaleza
asociada a una emoción tácita o expresa. La naturaleza recogida en los poemas
de Carlos Medrano pertenecen a lugares en que vivió (Valladolid, Soria, Yuste y
la Vera y Artà, en Mallorca), casi siempre radiante, pero también destructora
(tormentas y riadas, seísmos, tsunamis…), que pueden leerse en ocasiones como
textos francos (“Ondean penachos / amarillos de juncos / altivos, libres”),
pero con mayor frecuencia aparecen hilvanados trazando un sutil desarrollo
lineal, pues “la particularidad de este libro consiste en que los poemas que lo
forman van escritos en haikus enlazados. Es decir, en un momento dado surgió
escribirlos en una sucesión que permitía un poema con un desarrollo mayor al de
la imagen puntual contenida en tres versos, capaz así de albergar una
reflexión, una pintura más amplia, una escena lograda con una suma en varios
tiempos” [Epílogo, pp. 70-71]. Partiendo siempre de la contemplación de la
naturaleza (que Guillén condesó en un pentasílabo: “Mira. ¿Ves? Basta”), el
poema se abre así a un abanico de sensaciones personales o reflexiones íntimas.
Reproducimos uno de los poemas en que ocho haikus enlazados “relatan” la subida
a la cima de una montaña y el descenso (subes, cima, altura, “Otro es quien
baja”).
CITA
Sin la montaña
no podría la nube
rozar la hierba.
Cuando a ella subes
el aire que te envuelve
es la memoria.
Y es más profunda
el ala que hacia adentro
toca y te abisma.
Desde la cima
la mirada descubre
cada minucia.
En ti se unen
la senda y el aroma
de lo que vibra.
La voz callada
que en esta lejanía
la altura atiende.
La luz persiste
en el trazo imprevisto
de la palabra.
Otro es quien baja
y recibe en silencio
la transparencia.
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