MEMORIAS DE UN CARABINERO FIEL A LA REPÚBLICA
Fermín Velázqez Villarino (1897-1972)
María Dulce Antunes Simões y Francisco Espinosa
Maestre
Mérida, Editora Regional de Extremadura, Col. La
Memoria, 2021, 139 págs.
Introducción de los autores
María Dulce Antunes Simões
(Almada, Portugal, 1957) es doctora en Antropología por la Facultade de Ciências
Sociais y Humanas de la Universidade Nova de Lisboa (FCSH-NOVA), investigadora
del INET-md, miembro del RIARM-Red(e) Ibero-Americana Resistencia (y) Memoria,
y del Grupo de Estudios Sociales Aplicados de la Universidad de Extremadura. Ha
participado en varios proyectos I&D nacionales e internacionales, desarrolla
su tarea investigadora en el campo de los movimientos sociales, usos políticos
de la memoria y prácticas de la cultura. Ha publicado diversos artículos en
revistas y obras colectivas, tanto en Portugal como en España; entre otros, es
autora de los libros: Frontera y guerra civil española: dominación, resistencia y usos de la memoria (2013) y Barrancos en la encrucijada de la Guerra
Civil Española. Memorias y testimonio, 1936. (Editora Regional de
Extremadura, 2008), en la que colaboró Francisco Espinosa Maestre. En 2015
recibió el Premio de Investigación — Humanidades Cidade de Almada.
Francisco Espinosa Maestre (Villafranca de los Barros, Badajoz, 1954). Historiador, fue coordinador científico del proyecto "Todos los Nombres" y autor del Informe sobre la represión franquista y miembro de la comisión que le asesoró. Sus investigaciones se han centrado en la II República y en la represión consecuencia del golpe militar de julio de 1936 en el suroeste español. Entre sus obras cabe destacar Sevilla, 1936 (1990), La guerra civil en Huelva (1996), La justicia de Queipo (2000), La columna de la muerte. El avance del ejército franquista de Sevilla a Badajoz (2003), Contra el olvido. Historia y memoria de la guerra civil (2006), La primavera del Frente Popular. Los campesinos de Badajoz y el origen de la guerra civil (marzo julio de 1936) (2007), Callar al mensajero. La represión franquista, entre la libertad de información y el derecho al honor (2009) y Violencia roja y azul. España, 1936-1950 (2010). Ahora la Editora Regional de Extremadura publica Memorias de un carabinero fiel a la República que además de reproducir las memorias de Fermín Velázquez, traza, en dos documentados estudios previos, el itinerario de este militar durante y tras la guerra civil. Hemos seleccionado tres fragmentos que a otros tres momentos de su vida: los últimos reductos de resistencia republicana en la región (Antunes Simoens), el consejo de guerra a que fue sometido Fermín Velázquez (Espinosa Maestre) y la toma de Badajoz por las tropas de Yagüe (Velázquez Villarino).
“Oliva de la Frontera fue la última población fronteriza extremeña en ser ocupada, y se convirtió en un centro de resistencia republicana, reuniendo en la villa y zonas limítrofes a millares de refugiados provenientes de poblaciones vecinas y de la provincia de Huelva, huidos de sus pueblos y de la muerte cierta. Los comités de defensa de Oliva, constituidos por diferentes grupos político-ideológicos, prestaron apoyo a las necesidades de alimentación y alojamiento de miles de refugiados, justificando los asaltos anteriormente mencionados a los almacenes y graneros de los propietarios más adinerados del pueblo. La ocupación del pueblo fue realizada por tres columnas de diferentes procedencias: una salió en la noche del día 20 de septiembre de Encinasola (Huelva), al mando de Luis Valseca, formada por guardias civiles, carabineros, falangistas del pueblo, a los que se unieron falangistas de Higuera la Real; otra al mando de capitán de la Guardia Civil Ernesto Navarrete Alcal, que venía ocupando los pueblos de la bolsa de Badajoz. Al 21 de septiembre los resistentes republicanos fueran atacados por fuego de aviación, cañones ametralladores, morteros y por una fuerza de más de 1.500 hombres con fusilería. Frente a un ejército armado y organizado los republicanos de los comités de defensa no tenían como resistir, y la frontera portuguesa fue su último refugio para salvar la vida” [p. 29].
“Otro de esos primeros informes locales que llegaron al instructor fue precisamente el del cura Adrián Sánchez Serrano, que estuvo detenido y sometido a un simulacro de fusilamiento el día 3 de agosto. Reconoció que supo que Fermín Velázquez ordenó que no se le tocara. Con la salida de la Guardia Civil el 4 de agosto el carabinero se convirtió en la autoridad militar del pueblo. Cuando el 15 del mismo los derechistas presos denunciaron el trato insolente que recibían de los milicianos Velázquez los cambió por otros. Les garantizó además la entrega de comida por sus familiares. De hecho, los del comité exigieron que fueran estos y no sus criadas los que se la llevaran. Pasados unos días los sacó del depósito municipal —sus condiciones eran lamentables en todos los pueblos— y pasaron a las escuelas. Allí siguieron hasta el 30 de agosto, antes de que las columnas fascistas estuvieran cerca y comenzara la huida de mucha gente del pueblo. El cura reconoció que en todo momento se evitó el ataque a los presos: “había marcada intención de sacrificar al dicente por las turbas, [pero] tengo la convicción de que no hubo sangre en Oliva por la imposición del cabo Velázquez, el cual dominaba el pueblo’”. [p. 65].
“Continuamos así varios días por las
inmediaciones por las murallas y recibimos la noticia de que los Guardias de
Asalto habían hecho rehén al Gobernador Civil de la Provincia y también supimos
que a nuestro Jefe de la Comandancia Señor Pastor Palacios, que había ido a
Caya (puesto fronterizo de Portugal) a exhortar a la fuerza del Cuerpo para que
depusieran de un aptitud de rebelde, había sido apuntado por los fusiles de unos
subordinados pudiendo retornar a la Cuidad con gran riesgo Nos hallábamos
recorriendo los puestos en proximidad al Puente de Palmas cuando el Teniente
Coronel llegó en un coche a nosotros y le dijo a unos milicianos: «Vean Vds.
como mis carabineros no se han pasado al enemigo y están en su sitio». Aunque
yo no conocía al Gobernador Civil creo que era el que acompañaba a nuestro Jefe
Militar y Gobernador de la Plaza y en aquel momento desde el Fuerte del Gurugú,
un cañón del siete y medio empezó a disparar contra el oche del Jefe cayendo
algunos obuses en la mitad del Puente de Palmas. Cuando entraron las fuerzas
enemigas en la ciudad, pudimos salir por
una poterna abierta en las proximidades del río Guadiana y reunido con ocho o
nueve carabineros pudimos salir por el campo siendo perseguidos por las
avionetas de Elvas (Portugal). Así pudimos llegar al puesto de Pozo Campo,
lugar a que yo pertenecía” [pp. 88-89].
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