CONVERSACIONES
CON MARIEL
Víctor Valadés
Paredes
Madrid, Amargord Ediciones, 2022
Nacido en Don Benito Víctor Valadés Paredes tiene una ya larga relación con la poesía desde su primera juventud. En 2002 ganó los Juegos Florales de Primavera del colegio Claret de su ciudad, y no será hasta 2012 que publique su primer poemario, Enredada calma, en el Servicio de Publicaciones de la Diputación de Badajoz, en la Colección Alcazaba de poesía, con éxito de crítica. A partir de ahí, empieza a entrar en contacto con la Asociación de Escritores Extremeños, en cuya revista El Espejo, colabora en varias entregas con haikus, microrrelatos y algunos poemas. En 2015, vuelve a ver publicado de nuevo un libro de poemas en la misma Colección Alcazaba, Alcobas de luz. En 2019 colabora con un cuento en un libro solidario de la Asociación Afal. Conversaciones con Mariel, que ahora publica en Amargord Ediciones, es su primer libro fuera de Extremadura. “La historia de la literatura –considera el poeta- nos enseña que las obsesiones de un poeta suelen reiterarse: el amor y el desamor, el miedo y el tiempo, la memoria, la lengua y sus reflejos… y yo añadiría que todo esto produce imágenes que alimentan el hado de Conversaciones con Mariel”. Entre la imaginación y la profunda reflexión sobre el sentido de la vida, el libro es “un acercamiento a la manera que tenemos de entendernos a nosotros mismos. Últimamente he escuchado mucho que la poesía no se explica, que hay que dejar reposar el verso que se lee para que transforme. Quizá este poemario implica una mirada, hacia adelante donde está lo que es y no es realidad, y hacia atrás, en la imaginación donde reside una marioneta escondida, sin hilos, por eso la imagen que se forma en nosotros es extraña”.
La luz de la imagen nos hace daño
La felicidad es extraña con los que emigran
sin sentimientos entendidos, en una
ventana cerrada
que no deja pasar la luz.
Si miramos desde la calle, vemos el
corazón de una mujer dolida.
En la intimidad de ese corazón, en ese
irrealizable paraíso
está el deseo de una lacrimosa mirada,
la increíble sensación de ser sostenido
por la dulzura de un enjambre de
abejas,
y la sencillez de acariciarlas.
Creo pensar
que la vida llega en su momento para no
estar nunca…
Retroceder para mirar si en algún recodo
hay la misma herida que aquí;
la luz rota como un espejismo que
predica
la imagen de un oasis,
la luz que nos limita hacia el símil de
una velocidad austera
cuando cae la arena en un tiempo
que se define en ese instante.
Sigo, y a la vez pienso; amo a una
muchacha
cuyo poder es el pétalo, el más
indefenso
de una jurisdicción que viene de la
infidelidad.
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