jueves, 13 de febrero de 2025

Seis días por la Tierra sin Pan


SEIS DÍAS POR LA TIERRA SIN PAN

Pablo García

Mérida, Editora Regional de Extremadura, Col. Viajeros y estables, 2024, 120 págs.

Pablo García Bengoechea es, además de paseante solitario y caminante vocacional, antropólogo de profesión. Podría definirse también como escritor pero le da vergüenza. Ya llegará el día, se dice a sí mismo para animarse. Su biografía no es una retahíla de datos, ni una hoja de servicios, sino una manera de entender la vida. Y esta le dice que, al igual que necesita cambiar de rumbo de cuando en cuando, cambia de ocupación es igualmente saludable. Por fortuna no se siente enraizado a ninguna parte y esto le ha dado algo de vagabundo errante. No obstante, ha pasado más tiempo en América Latina que en otros lugares, exceptuando el suyo de nacimiento , y ha sido allí, más que en la universidad, donde ha aprendido las cosas importantes de la vida. Entre ellas, como leyó alguna vez en alguna parte, que los caminantes solitarios son imprescindibles para el correcto funcionamiento del mundo.

   La Hurdes es la comarca extremeña que mayor atención ha atraído a escritores de dentro y fuera de la región. El primer libro de viajes, con una intención testimonial y de denuncia, fue Caminando por Las Hurdes, de Antonio Ferres y Armando López Salinas. También el que mayor eco tuvo dentro y fuera de España al ser traducido a varios idiomas y publicado en la revista Les temps modernes de Jean Paul Sartre con fotografías de Luis Buñuel (autor del documental Las Hurdes, tierra sin pan, rodado en 1932, al que se alude en el libro que comentamos). El mismo propósito de denuncia de una comarca abandonada a su suerte por el poder (que acabó designando por antonomasia a cualquier entorno empobrecido, como confirma el libro de Ramón Carnicer, Donde Las Hurdes se llaman Cabrera, una comarca de León), el libro de Víctor Chamorro, Las Hurdes, tierra sin tierra, en tanto Juan Antonio Pérez Mateos, tras ciertas inversiones en el entorno, da una visión más edulcorada en Las Hurdes, clamor de piedras.

Seis días por la tierra sin pan enlaza con esta tradición en un viaje que arranca en Azabal, alquería del ayuntamiento de Caminomorisco, en las Hurdes Bajas, hasta llegar a Horcajo, pasando por aldeas y caseríos (El Gasco, Riomalo de Abajo, Fragosa, Martinlandrán …), atravesando ríos (el Hurdano, el río de los Ángeles, el Malvellido…), subiendo y bajando por montes agrestes, conociendo a unos hurdanos envejecidos y acogedores que pueblan un entorno en que las lacras ya no son la falta de alimento o de atención médica, sino la despoblación, el exilio económico de los jóvenes, con lo que nos enfrentamos a una comarca que sigue condenada a su involución. Reproducimos un fragmento del día 5º.

“Llegando al cruce de Cerezal, ya muy cerca de Nuñomoral, el caminante se despide del panadero, se apea de la furgoneta y echa a andar, dejando el pueblo atrás. Sigue la carretera de El Gasco, que serpentea hacia arriba. Desde allí se divisa un camino pegado al río que corre por el fondo del valle. Le gustaría caminar a su vera pero teme que le lleve a donde no quiere ir. Por la carretera vuelve a ver colmenas. Ruega para que no se alboroten y le obliguen a tirarse al río. La escena del documental de Buñuel en la que cientos de abejas, sintiéndose amenazadas, salen de sus colmenas y matan a un pobre burro a picotazos le ha dejado sugestionado. Habiendo caminado un trecho, el río Malvellido empieza a formar meandros en una especie de desfiladero natural que se angosta gradualmente. Pronto arriba a Martilandrán, alquería de Nuñomoral. El bar que se ofrece a la entrada está cerrado. Unos hombres le informan que hay un chiringuito y un restaurante en Fragosa, un poco más adelante. En su parte alta, junto a la carretera, Martilandrán tiene casas bien enlucidas, recién pintadas y con cierta categoría. Cuando se interna, sin embargo, por sus calles bajas el panorama es distinto, como en otros tantos pueblos de la comarca. En una escueta intersección entre varias calles aparece un hombre sentado en una banca de piedra.

    -No está muy animado el pueblo –le dice el caminante a manera de saludo.

    -No señor. En esta parte baja solo vivo yo y mi familia. Los demás viven en la carretera”. [pp. 88-89].

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