DICKENS NO TIENE CORAZÓN
Antonio Reseco
Badajoz, Diputación Provincial, Col. Teatro, 2012, 52
págs.
Director desde su fundación en 2004 de la editorial Littera Libros, Antonio Reseco (Villanueva de la Serena, 1973) ha publicado hasta el momento los poemarios Jardín buscado (2000), Un lugar conocido (Beturia, 2002), Anotaciones del viaje (Mérida, ERE, 2005), El otoño cotidiano (2005, en una edición bilingüe catalán-castellano) y Geografías (AbeZetario, 2006). Este mismo año aparece en Littera Libros una antología de sus poemas en compañía de José María Cumbreño, Daniel Casado e Hilario Jiménez, Cuatro poetas en un tobogán. Su último poemario es Huidas (Madrid, Calambur, 2009).
Coincidiendo con el centenario del
nacimiento de Charles Dickens, Antonio Reseco publica ahora en el Departamento de Publicaciones de la Diputación Provincial de Badajoz Dickens no tiene corazón, que se sitúa en los últimos momentos de
la vida del novelista inglés (fallecido en junio de 1870). Tras años de fama,
reconocimiento y notoriedad, Dickes enhebra en un lúcido monólogo, dividido en
tres actos, sus fracasos amorosos, pues “no fue correspondido por aquellas
mujeres a las que quiso ni quiso verdaderamente a aquella que le entregó un
buen puñado de sus años” [preámbulo] En el fragmento que reproducimos, el
escritor se enfrenta a la evidencia de su decrepitud y de su fracaso.
“Deberíamos tener dos corazones. Uno
para el sufrimiento y otro para la alegría. La tragedia y la comedia. El dragón
bicéfalo del teatro. Siempre he actuado para no ser yo. He vivido el drama y he
interpretado el triunfo. Dos corazones, bombeando continuamente, irrigando cada
célula de nuestro cuerpo mortal. Dos locomotoras para disfrutar hasta el límite
del sabor huidizo de la vida. Como un mundo que pudiera destruirse y
reinventarse con cada personaje, con cada palabra salida de su boca y cada
gesto apoyado en la farsa.
(Vehemente. Cerrando los puños) Mi
corazón es joven. Mi mente es joven… (Ríe. Pausa. Serio y vehemente de nuevo)
Es esta carcasa diabólica la que me humilla. ¡Mi cuerpo es un ataúd! ¡No puedo
dar dos pasos sin sentir que he perdido la partida! ¡Estos huesos corrigen
todas mis intenciones! [pp. 43-44]
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