martes, 26 de mayo de 2015

La posada del Almirante Benbow


LA POSADA DEL ALMIRANTE BENBOW

Octavio Escobar Giraldo

Manizales, Editorial Universidad de Caldas, 2015, 43 págs.
Ilustraciones de Camilo Marín López

   Octavio Escobar (Manizales, 1962) es profesor de literatura en la universidad de Caldas y uno de los narradores colombianos más reconocidos dentro y fuera de su país, pero también en Extremadura, que ha visitado en varias ocasiones, donde la editorial cacereña Periférica ha publicado dos de sus títulos, Saide (2008) y Destinos intermedios (2010, título que, asimismo, da nombre a su blog), en tanto Antonio María Flórez seleccionó El álbum de Mónica Pont enTransmutaciones, una antología de la literatura colombiana actual publicada por la Editora Regional de Extremadura. Paralelamente a sus novelas (con otros títulos aparecidos en Colombia como El último diario de Tony Flowers, 1994; 1851. Folletín de cabo roto, 2007, o Cielo parcialmente nublado, 2013), el narrador colombiano también ha publicado relatos en libros como De música ligera (1998, premio nacional de literatura del Ministerio de Cultura) y Hotel en Shangri-Lá (2004). Recientemente la Editorial valenciana Pre-Textos publica Después y antes de Dios (ganadora del premio internacional “Ciudad de Barbastro” de 2014). Ahora, la editorial manizaleña Universidad de Caldas publica en una cuidadosísima edición maquetada e ilustrada por Camilo Marín López un delicioso relato aparecido por primera vez en 1997, cuya trama se adosa a la novela más conocida de Stevenson, La isla del tesoro (1883), dando protagonismo a un personaje episódico de esta, la madre de Jim Hawkins, quien en tres cartas dirigidas a su amiga Elinor complementa, desde su perspectiva, los episodios que su hijo relató o dejó meramente apuntados. Reproducimos el momento en que madre e hijo encuentran el primero de los tesoros.


   “Jim repitió que el Capitán tenía de plazo hasta las diez de la noche no sé bien para qué, así que me tranquilicé y subimos al cuarto del difunto. Aquel maltrecho baúl debió recorrer muchos mares, olía a tabaco y contenía un sextante, brújulas, pistolas, un reloj español, un vestido sin estrenar de buena fibra y corte, una barra de plata y otras vagamunderías de marinero. Un capote raído ocultaba una bolsa con monedas y una cubierta de hule” [p. 26]

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