viernes, 8 de junio de 2018

Días de gratitud


DÍAS DE GRATITUD
Antología poética

Juan Felipe Robledo
Granada, Valparaíso, 2016, 88 págs.

   Nacido en Medellín (Colombia) en 1968, Juan Felipe Robledo es profesor de la Universidad Javierana de Bogotá especializado en literatura del Siglo de Oro con estudios críticos sobre autores como San Juan de la Cruz, Francisco de Quevedo, Luis de Góngora o el Romancero. Como poeta es autor de los libros De mañana (2000), La música de las horas (2002), Luz en lo alto (2007) y Dibujando un mapa en la noche (2009). Sus poemas, que han logrado premios como el mexicano “Jaime Sabines” (1999) o el Premio Nacional de Poesía del ministerio de Cultura de Colombia (2001) han  sido traducidos al inglés, portugués e italiano. En 2016, la editorial granadina Valparaíso publicó Días de gratitud, una antología que agrupa las composiciones en cinco apartados: “Al dictado del tiempo”, “Liviana puede ser la vida”, “Donde se usa la palabra alma”, “Días de gratitud” y “Palabra que no dice”. Al primero de ellos pertenece el texto que reproducimos.

POEMA PARA NO OLVIDAR EL ÁRBOL DEL CAUCHO

Las hormigas que conocen bien la sombra
no tienen ningún motivo de vergüenza,
no hay sitio que no conozcan
ni dicha que no las llene en las mañanas frescas de la costa.

Los mangos que reposan en los senderos recorridos
         por su impudicia
son hoy ruinas de castillos, lejanos bastiones para dejar
de lado y no lanzarse a conquistar.
Los cruzados jamás vendrán a esta tierra, los corceles
no piafaron en ella bajo largos mediodías.
Son sus rutas poblados conciertos que cantan la espesura,
tiempo callado que no dice vaguedades o intensifica
los acentos que viven sobre sus cabezas.

Dioses que atravesaron el océano viven en esta tierra
desde hace varios siglos
y los que habitan bajo el árbol no se han enterado
o si lo supieron un día no les importó.

No hay bajo el árbol de caucho plegarias, no hay consuelo,
todo es vida de esplendor para el olvido.

Y las hojas se mueven, el tiempo es eterno en los bordes,
los perros se persiguen desde siempre entre la arena,
festejan los loros y las guacamayas en el cielo delgado
que abraza al árbol,
el día pasa con fuegos lejanos y la piedra canta para sí.



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