FRONTERAS
Badajoz, Departamento de Publicaciones de la Diputación de Badajoz, Col. Narrativa, 2020, 190 págs
DOS FRONTERAS. INDICIOS DEL
PARAÍSO
Tengo una vieja costumbre que data de
mis primeros tiempos de escritor en Manizales y es la de comprar recién salidos
los libros de mis amigos, más allá de que ellos o su editorial me los regalen.
Me decía en aquellos tiempos de principiante que, si ni siquiera los amigos
compraban tus libros, mal empezábamos. Y eso es lo que ha pasado con estos dos
ejemplares que ahora tengo de Fronteras, el nuevo libro de Simón Viola.
Uno lo compré el lunes pasado en la caseta de la Diputación Provincial en la
Feria del Libro de Badajoz y el otro me ha llegado hoy por cortesía de esa
institución y a sugerencia de su autor, gesto que agradezco públicamente.
Bien, ya he leído el libro de cabo a
rabo. Y a fe que me ha gustado, especialmente por su fluidez y exquisitez
idiomática. Ese lenguaje rayano del que se apropia con naturalidad Simón Viola,
porque lo ha mamado desde niño y porque su condición de filólogo lo ha
impulsado a desentrañarlo.
El libro está
estructurado en forma de capítulos independientes, a manera de cuentos, ensayos
y estampas, con algunos textos intercalados de algún familiar suyo que no
desentonan temática ni estilísticamente. Una miscelánea que podría leerse,
incluso, como una novela postmoderna e intertextual; pero no es esa su
intencionalidad propiamente.
Trata de la frontera, pero nos da
indicios del paraíso, de la infancia perdida pero recuperada a través de la
oralidad y con la complicidad evocativa de sus familiares más cercanos y de su
gran memoria visual y auditiva. Habla de esa felicidad lograda en su “Codiçeira”
natal, tierra de ginestas o retamas, antes de empezar a buscarla propiamente,
como insinuaba Leopardi; pero también de la fraternidad y afinidad cultural de
las gentes de la frontera luso-extremeña, de sus costumbres, mitos y
supersticiones.
Leyéndolo, uno piensa en las estampas
de Francisco Valdés y Reyes Huertas (autores que conoce al dedillo), pero sin
el costumbrismo primisecular de aquellos; y también piensa en Luis Landero, sin
que medie lo que uno llama el “landerismo” imitativo que podría provenir de El
balcón en invierno o Ésta es mi tierra, sino, más bien de la
afinidad y la vecindad de sus tierras de origen y la vivencia de experiencias
semejantes en su tránsito del campo a la ciudad.
Disfruta uno del sinfín de anécdotas
que recoge, de su fina ironía, de su capacidad descriptiva y de su amor por la
tierra y la familia. Se esfuerza en trazarnos su trayectoria vital ligada a sus
gustos musicales, cinéfilos y literarios, que son a la vez el periplo de un
país que ha sufrido un cambio radical en su tránsito a la modernidad, al cambio
generacional que parió la España de la Transición que nos llevó al ahora, para
bien o para mal.
Su amplia formación libresca,
su erudición, se cata en muchas de las narraciones de este ameno Fronteras,
pero siendo consciente de que la cultura “es el conocimiento del entorno sea
este cual sea”, como bien lo dice en “Arreglos caseros” uno de los relatos que
más me han tocado, porque es cierto, ésta es mucho más que leer libros, es
aprender a vivir con dignidad y suficiencia en el lugar donde moramos.
Es una persona, Simón Viola, profesor
estimado sobremanera por sus antiguos alumnos del colegio Claret de Don Benito
(donde uno también estudió), por su cercanía y su capacidad pedagógica, y la
huella indeleble que en ellos dejó, y que en buena hora se ha jubilado para
disfrutar de la lectura y del campo; porque es que creo que llevaría mal la
enseñanza en estos tiempos pandémicos, al igual que lo señalaba recientemente
el escritor placentino Álvaro Valverde, retirado como él de la enseñanza, para
infortunio de sus discentes y en beneficio de sus lectores.
Antonio María Flórez Rodríguez,
Don Benito, 22 de septiembre de 2020
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