EL SOL NUESTRO DE CADA DÍA
ANTOLOGÍA
Manuel Pacheco
Mérida, Editora Regional de Extremadura, Col. El pirata, nº
9, 2020, 72 págs.
Definida como “Poesía extremeña ilustrada para jóvenes lectores”, El pirata es una colección de pequeñas antologías de autores regionales elaboradas en colaboración con el Grupo de investigación de literatura infantil y juvenil de la Universidad de Extremadura, destinadas a un público escolar. Ilustrada por Amanda León, licenciada en Bellas Ares por la Universidad de Salamanca, la selección recoge composiciones de Ausencia de mis manos (1949), El arcángel sonámbulo (1973), Nunca se ha vivido como se muere ahora. Antología (1977), Poesía en la tierra. Antología, 1949-1972 (1975), Presencia mía (1955), En la tierra del cáncer (1953), Todavía está todo todavía (1960), Poemas en forma de… (1962) y Poesía en la tierra. Antología (1970).
“El sol nuestro de cada día, título de
esta antología del poeta Manuel Pacheco (Olivenza 1920-Badajoz, 1998) es uno de
sus versos 'más significativos y tiene mucho de apuesta, más allá de cualquier
condición, por la luminosidad de la vida, por la aventura del ser humano y por
la exigencia de una justicia que permita vivir en el más amplio sentido de la
palabra. Así es la poesía de Manuel Pacheco, uno de los nombres imprescindibles
de la literatura extremeña de la segunda mitad del siglo XX y acaso uno de los
más rebeldes y reivindicativos de la literatura española de su tiempo. Marcado
por una vida que inicia con singular dureza, sus versos están cerca del surrealismo,
de la poesía social y de la celebración de la amistad versos que se extienden
durante varias décadas y diferentes libros publicados dentro y fuera de
Extremadura, hasta alcanzar una presencia destacada en España e Iberoamérica y
en la memoria de todos quienes le conocieron en Badajoz, ciudad en la que
residió la mayor parte de su vida” [Texto de solapa]. Reproducimos un poema de Poesía en la tierra. Antología (1970)
Qué propio está el paisaje con el árbol,
el sol, el agua y la casita.
Qué propio el bodegón con la perdiz,
qué propia la vasija.
Qué propio está el juez cuando condena,
qué propio está el poeta cuando rima,
qué propio está el tirano con el pueblo,
qué propio el hombre sembrador de hijos
y la mujer que al mundo multiplica.
Qué propio está el cadáver en el nicho,
la imagen en el templo
y el púlpito en la iglesia.
Qué propio está el soldado en el desfile,
el discurso en la boca del político
y la guerra en las manos del progreso.
Qué propio está el obrero en el tornillo,
la silla en la visita, la mano en el saludo,
la boca en el halago
y qué propia en el suelo la rodilla.
Qué fríamente propio está lo propio
ahogando el aire impropio de la vida.
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