Mérida, Editora
Regional de Extremadura, Col. Tigres de papel, 2022, 49 págs.
Ilustraciones de
Ester García
Ester García (Cáceres, 1984) es licenciada en
Bellas Artes. Desde 2008 trabaja como ilustradora, principalmente en el campo
editorial, donde ha colaborado con editoriales como Nórdica Libros, Edelvives,
Anaya, SM, Lóguez o Thule Ediciones, entre otras. Combina esta faceta con
exposiciones dentro y fuera de España. Sus obras han recibido el premio del
Ministerio de Cultura a los libros mejor editados, el Junceda en la categoría
Internacional (España), o el convocado por la Fundación Cuatrogatos (Miami).
Ahjora, la Editora Regional de Extremadura publica La rebelión de las veletas en su colección Tigres de papel. Reproducimos un fragmento en el que los
vecinos encargan al herrero veletas en consonancia con sus preferencias antes
de la devastadora invasión por los tejados de la aldea de los pebas (pluviómetros, barómetros,
anemómetros).
“El herrero de Vientos del Monte había
tenido que adaptarse a los nuevos tiempos y diversificar su trabajo. La gente
apenas compraba ya objetos de hierro forjado, la mayor parte de encargos eran
reparaciones… “un barrote del cabecero de
la cama que se ha desprendido…, sí, …durante el pasado invierno que fue
muy húmedo…”, “…y casi nos caemos a la calle cuando estábamos apoyados en la
barandilla del balcón…, la de hierro con filigranas…”.
Sin embargo, la mayoría de las veletas de
Vientos del Monte los había forjado su padre que, además, le enseñó el oficio.
Fue durante unos años en los que los vecinos
competían por colocar sobre el tejado de su casa la veleta más bonita, la más
elaborada y original.
De esta forma, el maestro del pueblo quiso
una con forma de búho: "esta ave era un símbolo para los antiguos griegos,
y representaba a Atenea, diosa de la sabiduría" —le dijo a su padre el día
que la encargó.
Y así, el médico quiso que la suya fuera un unicornio: símbolo de lo escondido que hay
que descubrir, la farmacéutica una bruja,
el aficionado a la caza encargó el cazador
y la liebre y el agricultor el labrador
con yunta de bueyes.
Todos los vecinos tuvieron su veleta.
Y también las instituciones locales.
Todavía recuerda el herrero cuando era niño
y aprendía el oficio, la disputa que tuvieron el párroco de la iglesia y el
alcalde.
Al parecer, los dos se encontraron al mismo
tiempo en el taller de su padre para encargar la figura de la veleta que
coronaría el campanario de la iglesia y la torre del ayuntamiento
respectiva-mente: un gallo.
-¡Simboliza lastres negaciones de San
Pedro! —había argumentado el párroco.
-¡El gallo canta al amanecer para
despertar a los vecinos, y esa tarea ha de asumirla el Ayuntamiento! –explicó por
su parte el alcalde”. [pp. 13-16].
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