EL
DOBLE Y OTROS RELATOS
Juan
Manuel Pérez Rayeo
Mérida,
Editora Regional de Extremadura, Col. Vincapervinca,
2017, 190 págs.
Nacido
en Villanueva de la Serena (1962), Juan Manuel Pérez Rayego compagina su
trabajo como empleado público con la creación artística. Además de diversas exposiciones
fotográficas individuales y colectivas (alguna de sus fotografías fueron
elegidas por la Nasa como foto astronómica del día), con premios en distintos
ámbitos de las artes visuales (su obra “Direcciones consiguió el IV premio de
Poesía Experimental de la Diputación de Badajoz), ha publicado el libro de
poesía visual Nuboides (Badajoz,
Diputación Provincial, 2004) y una novela, Vertical
(Madrid, Ediciones del Viento, 2011).
El
doble y otros relatos agrupa las narraciones en tres bloques, “Aquí” (las
más realistas), “En la frontera” y “Allí” (las más fantásticas), bloque del que reproducimos una composición.
LUZ
Caí en una estrella. Siempre había creído
que las estrellas eran infiernos, como el sol; pero, después de atravesar un
halo calenturiento, aparecieron las chimeneas, edificios y recintos de unas
fábricas doradas. En ellas se producen cariño, deseos, esperanzas, acciones
buenas. Los productos salen debidamente empaquetados a bordo de camiones,
camiones que se convierten en rayos de luz al atravesar la frontera.
También hay fábricas de hambre, de
disgustos, de envidia. Estos productos son tratados de igual manera, y también
vuelan con forma de rayos de luz a través del espacio.
Pero no solo existen fábricas. Encontré un
parque donde se prohibía pensar, según indicaba un cartel fijado a la entrada.
Era plácido como un abrazo cariñoso estar sentado allí, respirando aquel aire
de luz dorada; con unas plantas que no es que fueran de colores, sobre todo
verdes y carmesíes, sino que eran colores con forma de plantas, de árboles, de
arbustos con amarillos como florecillas; con pájaros trinando pedazos de
paisajes y felicidad que se ensamblaban en el aire y acaban formando
tirabuzones y espirales; con un agua que moldeaba gotas como peces de distintos
tamaños y colores. Hasta con un mendigo contaba aquel parque, un mendigo que me
pidió vida.
-¿Cómo puedo darte vida?
Fui expulsado del jardín por preguntar, por
pensar. Desde entonces recorro unas calles que no parecen terminar nunca,
guiado por un impulso que me obliga a continuar, impulso que también cruza una
frontera y sale ahí fuera, con forma de rayo de luz.
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