viernes, 24 de noviembre de 2017

Lo profundo es la piel


LO PROFUNDO ES LA PIEL
Antología de poesía erótica

Eduardo Moga
Barcelona, Libros de Aldarán, 2017, 100 págs.
Edición, prólogo e ilustraciones de Christian T. Arjona
Epílogo del autor
   
   Licenciado en Derecho y licenciado y doctor en Filología Hispánica por la Universidad de Barcelona, Eduardo Moga (Barcelona, 1962), es autor, como poeta (ha cultivado también géneros como el ensayo literario, la crítica o el libro de viajes) de los poemarios Ángel mortal (1994), La luz oída («Premio Adonáis», 1996), El barro en la mirada (1998), Unánime fuego (1999; 2ª edición, 2007), El corazón, la nada (1999), La montaña hendida (2002), Las horas y los labios (2003), Soliloquio para dos (2006), Los haikús del tren (2007), Cuerpo sin mí (2007), Seis sextinas soeces (2008), Bajo la piel, los días (2010), El desierto verde (2011; 2ª edición, 2012), Insumisión (premio al mejor poemario del año de la revista Quimera, 2013; Latino Book Award, EE. UU., 2014), Décimas de fiebre (2014) y Dices (2014). Este mismo año aparece una selección de sus textos en Amargord Ediciones, con prólogo de Jordi Doce, El corazón, la nada (Antología poética 1994-2014). Recientemente, la editorial madrileña Vaso Roto ha publicado Muerte y amapolas en Alexandra Avenue.
   Ahora, la editorial barcelonesa Libros de Aldarán publica Lo profundo es la piel, epígrafe procedente de un verso de Paul Valéry (“Ce qu’il y a de plus profond en l’homme, c’est sa peau”), una antología de poesía erótica al cuidado del poeta y ensayista Christian T. Arjona, que recoge composiciones de sus libros desde Ángel mortal (1994) hasta Décimas de fiebre (2014) más un texto inédito. Componente esencial en toda la trayectoria de Eduardo Moga y eje principal de algunos libros (Unánime fuego, 1999 y 207; La montaña hendida, 2002; Seis sextinas soeces, 2008), este antiquísimo motivo poético es la razón de la presente entrega en que el autor “ha perseguido un solo ritornello temático, el del amor encarnado en los cuerpos, el de la piel encendida: es decir, el deseo y sus intermitencias, sus pulsiones y sus abismos; la desnudez por donde ‘fluye la ninfa de la luz’ ; el latido que se incorpora al tedio y al absurdo y reclama su reino fugaz, su irrenunciable dosis de entusiasmo”. [Prólogo, p. 9].
   “Escribo poesía erótica –afirma el autor en un epílogo titulado “Algunas razones para algo que no necesita razones”- porque quiero trasfundir a la página ese suero de vida, ese acto desesperadamente humano que consiste en mitigar la muerte siendo en otro, siendo otro. En la pasión que desprende unto las palabras con lo que escribo, sin olvidar que, para que la pasión sea plausible en poesía, no debe darse sin naturalidad, ni la excitación sin sosiego; y procurando, al tiempo, que lo cantado no se repita, sino que adquiera un carácter sinfónico, una progresión que atienda a los matices, y hasta a la declinación o la mengua, de los arrebatos y las inervaciones” [pp.- 94-95].
    Reproducimos un poema de La montaña hendida (2002).

QUEDARÁ, ACASO, humo, humo roto:
el de tus aéreos pechos
en mi pecho,
el de mi mortalidad
abonando tu boca.
O quizá cascotes del ser
en el silencio de las sábanas
con que inevitablemente cubro
mi extinción.
Quedará la ruina del fuego,
el fósil del fuego,
lo imposible como una ráfaga quieta que recorre los ojos,
la harina oscura de los besos,
el domicilio incorruptible de la ceniza,
cómo te ha ido hoy
el jefe estaba insoportable y no puedes
ni imaginarte cuánto tráfico había
y desabrocharte la blusa
y el alma
 verte desnuda mientras preparo la cena
y sentir tu desnudez como humus
y morderte como a una manzana,
como a una calcificación del tiempo,
y emborracharme con tu tamaño y tu alegría
y apresarte con los ojos
y verterme en ti
y saberte poseída (tú, leyendo el periódico)
sin haberte tocado todavía
mientras se tuesta el pan
y el crepúsculo.
Quedará, sí, lo no hecho
como un ángel gris
que corre, esclarecido,
hacia su máxima escisión.
 [poema XX]

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