LO
PROFUNDO ES LA PIEL
Antología
de poesía erótica
Eduardo
Moga
Barcelona,
Libros de Aldarán, 2017, 100 págs.
Edición, prólogo e ilustraciones de
Christian T. Arjona
Epílogo del autor
Licenciado en Derecho y licenciado y doctor
en Filología Hispánica por la Universidad de Barcelona, Eduardo Moga (Barcelona, 1962), es autor, como poeta (ha cultivado también
géneros como el ensayo literario, la crítica o el libro de viajes) de los poemarios
Ángel mortal (1994), La luz oída («Premio
Adonáis», 1996), El barro en la mirada (1998),
Unánime fuego (1999; 2ª edición, 2007), El
corazón, la nada (1999), La montaña hendida (2002),
Las horas y los labios (2003), Soliloquio
para dos (2006), Los haikús del tren (2007),
Cuerpo sin mí (2007), Seis sextinas soeces (2008),
Bajo la piel, los días (2010), El
desierto verde (2011; 2ª edición, 2012), Insumisión (premio
al mejor poemario del año de la revista Quimera,
2013; Latino Book Award,
EE. UU., 2014), Décimas de fiebre (2014)
y Dices (2014). Este mismo año aparece una selección de
sus textos en Amargord Ediciones,
con prólogo de Jordi Doce, El
corazón, la nada (Antología poética 1994-2014).
Recientemente, la editorial madrileña Vaso
Roto ha publicado Muerte y amapolas
en Alexandra Avenue.
Ahora, la editorial barcelonesa Libros de Aldarán publica Lo profundo es la piel, epígrafe
procedente de un verso de Paul Valéry (“Ce qu’il y a de plus profond en l’homme,
c’est sa peau”), una antología de poesía erótica al cuidado del poeta y ensayista
Christian T. Arjona, que recoge
composiciones de sus libros desde Ángel
mortal (1994) hasta Décimas de fiebre
(2014) más un texto inédito. Componente esencial en toda la trayectoria de
Eduardo Moga y eje principal de algunos libros (Unánime fuego, 1999 y 207; La
montaña hendida, 2002; Seis sextinas
soeces, 2008), este antiquísimo motivo poético es la razón de la presente
entrega en que el autor “ha perseguido un solo ritornello temático, el del amor encarnado en los cuerpos, el de la
piel encendida: es decir, el deseo y sus intermitencias, sus pulsiones y sus
abismos; la desnudez por donde ‘fluye la ninfa de la luz’ ; el latido que se
incorpora al tedio y al absurdo y reclama su reino fugaz, su irrenunciable
dosis de entusiasmo”. [Prólogo, p. 9].
“Escribo poesía erótica –afirma el autor en
un epílogo titulado “Algunas razones para algo que no necesita razones”- porque
quiero trasfundir a la página ese suero de vida, ese acto desesperadamente
humano que consiste en mitigar la muerte siendo en otro, siendo otro. En la
pasión que desprende unto las palabras con lo que escribo, sin olvidar que,
para que la pasión sea plausible en poesía, no debe darse sin naturalidad, ni
la excitación sin sosiego; y procurando, al tiempo, que lo cantado no se
repita, sino que adquiera un carácter sinfónico, una progresión que atienda a
los matices, y hasta a la declinación o la mengua, de los arrebatos y las
inervaciones” [pp.- 94-95].
Reproducimos un poema de La montaña hendida (2002).
QUEDARÁ,
ACASO, humo, humo roto:
el
de tus aéreos pechos
en mi pecho,
el
de mi mortalidad
abonando
tu boca.
O quizá cascotes del ser
en
el silencio de las sábanas
con
que inevitablemente cubro
mi
extinción.
Quedará
la ruina del fuego,
el
fósil del fuego,
lo
imposible como una ráfaga quieta que recorre los ojos,
la harina oscura de los besos,
el
domicilio incorruptible de la ceniza,
cómo
te ha ido hoy
el jefe estaba insoportable y no puedes
ni
imaginarte cuánto tráfico había
y desabrocharte la blusa
y
el alma
verte desnuda mientras preparo la cena
y
sentir tu desnudez como humus
y
morderte como a una manzana,
como
a una calcificación del tiempo,
y
emborracharme con tu tamaño y tu alegría
y
apresarte con los ojos
y
verterme en ti
y
saberte poseída (tú, leyendo el periódico)
sin
haberte tocado todavía
mientras
se tuesta el pan
y
el crepúsculo.
Quedará,
sí, lo no hecho
como
un ángel gris
que
corre, esclarecido,
hacia
su máxima escisión.
[poema
XX]
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