En la cima
de la Sierra de Matasiete, junto a La Codosera y próximo a la Raya con Portugal,
se agazapa entre encinas, lentiscos y jarales, un mastín de piedra atalayando
las rutas del contrabando. Inmóvil e impotente, lanza al viento su pétreo
rugido mudo avisando a los guardinhas.
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