CUENTOS
Octavio
Escobar Giraldo
Medellín,
Fondo Editorial Universidad EAFIT, 2015, 108 págs.
Octavio Escobar (Manizales, 1962) es
profesor de literatura en la
universidad de Caldas y uno de los narradores colombianos más reconocidos
dentro y fuera de su país, pero también en Extremadura, que ha visitado en varias ocasiones, donde la editorial
cacereña Periférica ha publicado dos de sus títulos, Saide en 2008 y Destinos
intermedios en 2010, en tanto Antonio María Flórez seleccionó El álbum
de Mónica Pont en Transmutaciones, una antología de la literatura
colombiana actual publicada por la Editora Regional de Extremadura.
Otras novelas suyas son El último diario
de Tony Flowers (1995), Folletín de
Cabo Roto (2007), Destinos intermedios (2010), Cielo parcialmente nublado (2013) y Después y antes de Dios (ganadora del premio internacional “Ciudad de Barbastro” de
2014 y Premio Nacional de Novela del Ministerio de Cultura de 2016)
Paralelamente a sus novelas, el narrador
colombiano también ha publicado relatos en libros como El color del agua (1993), Las
láminas más difíciles del álbum (1995), La
posada del almirante Benbow (1997), De música ligera (1998, premio nacional de literatura del Ministerio de
Cultura) y Hotel en Shangri-Lá
(2004). En 2015, el fondo editorial Universidad Eafit publicó en una colección
llamada “Debajo de las estrellas” dirigida por Juan Diego Mejía, una selección
de cuentos de títulos anteriores a los que se añaden algunos relatos inéditos.
Del último texto del libro, “La muerte de Dioselina”, reproducimos un párrafo
en que el joven protagonista, aprovechando la ocasión de que la familia
se va de viaje, urde un plan para quedarse a solas con Martica, la sirvienta de
la que está enamorado, para descubrir que su tío Rodrigo ha tenido una idea
similar.
“Julio pensó en entrar corriendo a contarle
a Martica lo que había hecho para estar con ella, pero se contuvo. Tenía miedo
de que no lo aprobara, que no lo contara después, o lo peor, que no le gustara.
Decidió caminar un rato por el barrio: el regocijo lo estremecía cuando la
imagen de Martica le sonreía: la quería, seguro que la quería.
La cerradura cedió con un sonido escandaloso
y nuevo. Silencio, nadie en el vestíbulo: se aceleraba el corazón a cada paso y
las manos se humedecían y el pecho se paralizaba y bailaba la cabeza y
molestaba el cuello de la camisa y la frente sudaba y moría el estómago de
angustia y… allí estaban ellos. La puerta entreabierta y los cuerpos desnudos
buscándose, ansiosas las bocas, desordenados los cabellos, febriles los
músculos: ojos cerrados, un mismo deseo, un solo movimiento continuo, placer,
rencor, éxtasis, decepción, placidez, tristeza, dolor.
Se sentó en la sala. El tiempo se detuvo
hasta que tío Rodrigo salió arreglándose
la camisa. Frenó en seco al verlo.
-¿Hace mucho que estás aquí?
-Acabé de llegar –dijo, levantando la cabeza. Una mirada de comprensión atravesó ambas pupilas”. [p.108]
-Acabé de llegar –dijo, levantando la cabeza. Una mirada de comprensión atravesó ambas pupilas”. [p.108]
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