22 HÉROES CACEREÑOS
KOBBA-DARSA 1924
Miguel Ángel Rodríguez Plaza
Cáceres, I. C. El Brocense, Col. Estudios Locales,
2017, 122 págs.
Miguel
Ángel Rodríguez Plaza (Oliva de Plasencia, 1950) ha sido Comandante de Sanidad
Militar con destinos en varias ciudades españolas, pero también en lugares como
el Sahara o Bosnia. Paralelamente a sus tareas de ayuda humanitaria ha dedicado
su atención a la fotografía, con exposiciones individuales y colectivas, y a la
investigación histórica. Sus trabajos en este último campo, de temática
militar, pero también arqueológicos y artísticos, han aparecido en revistas
como Alcántara, Revista de Estudios Extremeños, Grada y Revista Ayuntamiento de
Badajoz.
22 Héroes cacereños, aparecido en la
Institución Cultural El Brocense, relata la heroica defensa de una loma cónica próxima
al río Lau, Kobba-Darsa, realizada por el regimiento Serrallo 69, en el que
figuraban alistados veintidós jóvenes campesinos cacereños. Cercados por las
cabilas cercanas, con constantes amenazas desde las alambradas (“Paisa entregar
fusila y trotar Tetuán; al no, cortar cabeza y quemar”), escasos de víveres,
sin apenas municiones ni agua, lograron resistir los ataques del enemigo en
unas condiciones extremas, hasta que la Legión consiguió liberarlos. El estudio
está ilustrado por numerosas fotografías de los protagonistas, tomadas muchas
de ellas de la prensa, regional y nacional, que cubrió ampliamente el
acontecimiento ocurrido en el verano de 1924, tal vez para contrapesar la
tragedia de Sidi Dris, Igueriben, Annual y Monte Arruit, de julio de 1921.
Reproducimos un fragmento que relata el asedio de los rifeños a la posición.
“Respecto
al día 5 [de julio] leemos un telegrama procedente de Uad Lau, por Ceuta a
Tetuán (desde donde operan los aviones) a las 08,37 horas: “Coba Darsa dice si
le echan barras de hielo y leche líquida en latas [leche condensada] podrán
resistir y ruego a V.E. se lo lleve la aviación”.
Efectivamente, la aviación lanzó paquetes con socorros sobre la posición,
debido a que ya no se contaba con nada, ni elementos de cura para los heridos,
a los que personalmente curaban los dos oficiales con elementos improvisados.
De los
paquetes arrojados por la aviación, solo se recogió uno de hielo, otro quedó en
la alambrada siendo motivo de enconada lucha por recuperarlo tanto la fuerza de
la posición como el enemigo, resultando un soldado más herido (Teodoro
Olivares) y dos muertos de los atacantes. El soldado Juan Hoyas quiso salir del
recinto pero el teniente Pueyo se lo impidió ‘porque iba a una muerte segura’.
El jefe de
la posición agradece por telegrama el servicio aéreo. Manifiesta que la barra
de hielo recogida alivia algo, pero no resuelve la situación que sigue siendo
apurada, pues al no haber agua no se come”. [pp. 39-40].
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