LA BELLA
MAGALONA
Poema
épico dramático
Marino
González Montero
Mérida, De la Luna Libros, 2018, 65 págs.
Fundador de la
revista de creación La Luna de Mérida y director de la editorial De la Luna Libros, Marino González Montero (Almaraz,
1963) es coautor del libro Puentes de
Extremadura, de la edición ilustrada de La
vida del Lazarillo de Tormes y autor de versiones de textos de Shakespeare
(La tempestad), Plauto (Cásina, El Persa, Truculentus) y de
Terencio. Como poeta, ha publicado Tangos
extremeños (2006), Incógnita del
tiempo y la velocidad (2014) y Un
estanque de carpas amarillas (2015) que ahora ve la luz en la misma
editorial emeritense. Como narrador, es autor de libros de relatos como En dos tiempos (finalista del premio
Setenil al mejor libro de relatos publicado en 2004), Sedah Street (If Ediciones,
2001), Diarios miedos (2009) y Sed (2011), ambos en la editorial De la
Luna libros. En 2016 apareció Rollos y
picotas de Extremadura (De la Luna libros).
La bella Magalona es una recreación
epicodramática del poema romántico La
maravillosa historia de amor de la hermosa Magelona y el conde Pedro de Provenza
compuesto por el poeta alemán Ludwig en 1797 y del lied de Johannes Brahms Die Schöne Maguelone, autores que a su
vez se basaron en un poema épico provenzal del siglo XII (La bella Magalona). La leyenda tuvo, por lo demás, numerosas
versiones, literarias y musicales, tanto en España como en el resto de Europa.
En la presente versión, el conde de Provenza cuenta a su hijo las peripecias
del viaje y el encuentro con su madre en un registro noble y elevado en el que ha
utilizado endecasílabos y heptasílabos blancos. Reproducimos un fragmento de la
“Estación Prima”.
“Pierres soy, Pedro, también
tú eres piedra. Jamás lo olvides, hijo:
piedras del fondo del río, las piedras
de los caminos o las que aún duermen
en roncas gargantas de los volcanes,
piedras al fin, jamás lo olvides hijo:
prestas siempre a ser lejos
lanzadas de la mano
a capricho de la diosa Fortuna.
Pausa.
Por eso debes aprender más pronto
que tarde, que seamos río, camino
o volcán, es circunstancia mudable,
como mudables son esos colores
con que pintan los árboles sus hojas.
Que nada dura siempre
que cada alegría parece abrir
la puerta a cien desgracias:
Maldigo el desigual resultado
que la vida nos pone en la balanza”. [pp. 18-19].
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