sábado, 21 de marzo de 2020

Descubrimiento del continente negro


DESCUBRIMIENTO DEL CONTINENTE NEGRO

Luis Sáez Delgado
Mérida, De la luna libros, Col. Lunas de Poniente, 2010, 72 págs.

  Actual Director de la Editora Regional de Extremadura, Luis Sáez Delgado (Cáceres, 1966) es autor de ensayos como “Muchos años después” (en Reflexiones sobre la novela), “La república nómada. Viaje y viajeros en la literatura contemporánea de Extremadura” (en Invitación al viaje), “La novela extremeña hacia el futuro” (en Extremadura-Portugal. Escribiendo el siglo XXI) y de libros como Animales melancólicos. La invención literaria de la identidad (2001), Un duelo privado. Notas sobre el exilio como literatura de viajes (2005) y Literatura en Extremadura, siglo XX (2003), en colaboración, este último, con el profesor Miguel Ángel Lama. Luis Sáez es el editor literario de la "Biblioteca Felipe Trigo", un proyecto del Departamento de Publicaciones de la Diputación de Badajoz que se propone publicar en varios volúmenes la obra del escritor villanovense.
   Ahora, le editorial emeritense De la luna libros publica Descubrimiento del continente negro, una compilación de cinco relatos ambientados en las décadas posteriores al término de la segunda guerra mundial, en ciudades como Moscú, París, Bruselas o Buenos Aires, por donde se mueven creadores situados en la periferia del canon o empeñado en “artes menores”: Georges Remi (Hergé, creador de Tintín), Oesterheld (autor junto con Juan Salvo de El Eternauta) Franklim Vilas Boas (el analfabeto escultor de piezas de madera) y su “arte de expresión ingenua”, el cine documental  italiano (Mondo Cane, Holocausto caníbal), las piezas incomprendidas de Astor Piazolla…Pero junto a la obra de estos creadores, asistimos por esos mismos años a proyectos delirantes de líderes desmesurados: la erección de las gigantescas “siete hermanas” por Stalin en Moscú, convertidas en sede del disparatado Laboratorio de investigación del cerebro,  el vaciamiento de las ciudades por Pol Pot en Camboya, la edificación del gigantesco Palacio del Pueblo por Ceaucescu mientras planea una pena de muerte que se ejecutaría tras una larga condena (un destino que el acusado conocería desde el principio)…contribuyendo a edificar un mundo de posguerra cuya “memoria provoca incomodidad y malestar”.
   Próximos en su expresión y su configuración formal a una obra anterior (Animales melancólicos), los relatos se estructuran en breves fragmentos que alternan la información y la reflexión en una prosa elegante, sobria y precisa.
   Reproducimos un fragmento del relato titulado “Actes Sud”, que evoca la figura del escultor portugués Franklim Vilas Boas (Esposende, Portugal, 1919-1968).


   “Franklim Vilas Boas era uno de esos fenómenos del arte popular que su descubridor, Ernesto de Sousa, llamaba arte de expresión ingenua, una fórmula que se anticipa al conservadurismo compasivo que cierra el siglo. Lo cierto es que sus obras son toscas y confusamente ecuatoriales, como si reprodujese una colección de cromos o unas estampas misioneras mal impresas, y por eso nos cautivan. Admirado por los intelectuales que rechazaban el régimen, despreciado por su familia, trabaja de limpiabotas los domingos y como empleado de una
gasolinera el resto de los días, mientras talla casi sin herramientas propias decenas de figuras zoomórficas, fantásticas y con un aura religiosa que las acerca a los ídolos africanos. Había explicado con estas
palabras por qué desbastaba la madera y le daba forma: fue como si alguien me hubiese tocado en el corazón y la cabeza. Una conversión fulminante, cerebro y corazón, extravagancias de la longue durée en un país controlado por la policía.
   Según escribió el Diário Popular había triunfado en 1964, al menos con la idea de éxito, un poco paternalista, con que se revisan los nombres que hemos olvidado. Fotografiado con una chaqueta miserable, un brazo casi inmóvil y la cara ensombrecida por el bigote, la barba mal afeitada y la técnica del huecograbado, la exposición del sesenta y cuatro nos parece ese instante de resplandor que todos alcanzamos alguna vez, el inicio de una trayectoria imposible, cuando le quedaban cuatro años de vida, una luz repentina y luego la oscuridad” [p. 28].

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