LA ARQUITECTURA ESCÉNICA EN EXTREMADURA: TEATROS Y CINES DESAPAREDCIDOS
Laura Fernández Rojo
Mérida, Editora Regional de Extremadura, Col. Estudio, 2020, 325 págs.
Introducción de Pilar Mogollón Cano-Cortés y Mª Teresa Terrón Reynolds
Doctora en Historia del Arte
y profesora de secundaria en la especialidad de Geografía e Historia, Laura Fernández Rojo (Cáceres, 1987) ha dado clases en la Universidad de Extremadura mientras redactaba su tesis doctoral. Entre
sus trabajos en equipo más destacados se encuentra la musealización del Palacio
de los Golfines de Debajo de Cáceres por encargo de la Fundación Tatiana Pérez de Guzmán el Bueno. Participante en diversos congresos, autora de artículos aparecidos
en revistas especializadas y capítulos en varias monografías, entrega ahora La arquitectura escénica en Extremadura:
teatros y cines desaparecidos, un estudio, extraordinariamente documentado,
sobre la existencia y la desaparición progresiva de teatros y cines en nuestra
región, dando cuenta de su funcionamiento caso por caso con descripciones
acompañadas de fotografías. La atención a ambos tipos de locales se basa en la
consideración de que “la confluencia de actividades teatrales y cinematográficas
que se ha dado en ocasiones en los mismos edificios, aunando usos para ambos
espectáculos, hace que el ámbito de su estudio permita abordar una visión de
conjunto que nos acerca a un numeroso conjunto de edificaciones con una
tipología y características específicas que han ido evolucionando según las
nuevas pautas de comportamiento y gusto sociales” [Introducción, p. 10].
Reproducimos un fragmento
sobre la irrupción del cine en la ciudad de Badajoz.
“La fecha clave para el
inicio del cine en Extremadura fue el 17 de enero de 1897, en el Teatro López
de Ayala de Badajoz, donde el Doctor Posadas incluyó en su espectáculo de magia
veinte escenas cinematográficas, una de ellas la Partida de Carruajes
Automóviles45. Pero no es hasta 1910 cuando sus propietarios llevarán a cabo la
reforma del edificio para adaptarlo a las nuevas exigencias de espectáculos y
de público. Lo que demuestra que, al igual que en el panorama nacional, los
teatros serán los primeros inmuebles que acojan el cinematógrafo.
En los siguientes veranos se
instalarían barracones en las plazas de la ciudad pacense para la proyección de
películas. En concreto, en 1900 se instaló uno en la Plaza de Minayo, que, por
su mal estado de conservación, la pésima calidad de proyección y por lo
repetitivo de las películas, recibió críticas negativas de la prensa. Otro
local donde se proyectaron cintas fue en el de la calle Montesinos, que abrió
sus puertas en marzo de 1899. El último de los barracones fue el Pabellón
Valle, pues en 1911 se prohibía que los de madera funcionaran como salas de
cine. Por este motivo, el Teatro López de Ayala se convirtió en el principal espacio de exhibición de películas, junto
con los cines de verano: el salón París o el Pabellón Extremeño” [pp.26-27].
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ResponderEliminarMuchas gracias por interesarse en mi libro, me complacen mucho sus palabras y que se haya tomado tiempo en hacer una reseña.
ResponderEliminarUn saludo,
Laura Fernández Rojo