MANUAL DE HIPOCONDRÍA
Octavio Escobar Giraldo
Madrid, Ediciones La Palma, Col. Ministerio del
Aire, 2022, 57 págs
XXIV Premio de Poesía Ciudad de Las Palmas de Gran
Canaria
Antes de Manual de hipocondría, Octavio Escobar Giraldo (Manizales, 1962) solo había publicado un libro de poesía: Historias clínicas (2016). Es autor,
entre otras, de las novelas El último diario de Tony Flowers (1995), Saide (1995,
Premio Crónica Negra Colombiana, traducida a italiano y alemán), 1851 (2007), Destinos intermedios (2010), Cielo parcialmente nublado (2013), Después y antes de Dios (2014, XLV
Premio Internacional de Novela Corta «Ciudad de Barbastro» y Premio Nacional de
Novela del Ministerio de Cultura, traducida al francés), Mar de leva (2018) y Cada oscura tumba (2022). Dos de sus libros de cuentos, De música ligera (1998, Premio Nacional
de Literatura del Ministerio de Cultura) y Hotel
en Shangri-La (2004, Premio Nacional de Literatura de la Universidad de
Antioquia), suman ediciones desde su aparición, así como los libros para
jóvenes Las láminas más difíciles del
álbum (1995, Premio Confamiliar del Atlántico de literatura juvenil), El mapa de Sara (2016) y el libro álbum El viaje del príncipe (2019, selección
Reading Colombia). La editora Regional de Extremadura incluyó en el volumen
colectivo Transmutaciones (2009), al
cuidado de Antonio María Flórez, su novela breve El álbum de Mónica Pont y publicó Cuentos de ida y vuelta (2020), que recoge trabajos suyos y de la
escritora mexicana Mónica Lavín. Ahora Ediciones de La Palma publica Manual de hipocondría que ha logrado el
XXIV premio de poesía Ciudad de Las Palmas de Gran Canaria. Frente a tantos
poemarios concebidos como “contenedores de textos”, que recogen creaciones de perfil
diverso elaborados en un periodo de tiempo dado, el presente libro es una obra
unitaria con unas composiciones que tienen como hilo conductor la conmoción que
ha pasado al título, una hipocondría, expresada con los tonos de la aprensión o
de la resignada melancolía, que a veces mira hacia el pasado (“Hoy estoy
viviendo con mis muertos”), a la certeza de la enfermedad (“Sentirse enfermo es
creer en la vida, / desearla. / Con pánico”), a la conciencia del declive (“Es
la vejez, por supuesto,”), o de las limitaciones físicas (“El cuerpo empieza a
decir no”). Reproducimos una composición en que irrumpe una amenaza atroz, la
pérdida de la memoria y, con ella, la de la propia condición humana.
4
JEROSOLIMITANO.
Quince minutos después me llega la palabra.
Como si fuera un palestino varado en un
checkpoint.
Mi cerebro se está acostumbrando a
restringir la libertad de mis ideas,
su flujo instantáneo.
No soy tan viejo como para empezar a sufrir
la tortura de un estado policíaco.
Jerosolimitano.
¿Cómo se concibió semejante gentilicio?
¿Es una predicción del cerco? ¿Del acoso?
El doctor Alois Alzheimer era católico,
apostólico y romano.
Se casó con una viuda de origen judío.
De ella heredó una pequeña fortuna que le
permitió dedicarse a la investigación.
Tuvieron tres hijos.
Yo también tengo tres hijos.
Pequeños.
Mujeres, varón.
A veces olvido sus nombres.
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