jueves, 12 de octubre de 2017

Ejercicios de estilo




EJERCICIOS DE ESTILO

Raymond Queneau

Madrid, Catedra, 2016 (16ª ed), 162 págs.
Versión y estudio introductorio de Antonio Fernández Ferrer

   Raymond Queneau (Le Habre, 1903- París, 1976) es autor de una dilatada trayectoria que se vertió en los empeños más dispares: poeta, novelista, letrista de canciones famosas, actor, guionista y realizador cinematográfico, traductor, dramaturgo, pintor… Ejercicios de Estilo es una de sus obras más conocidas. En ella ofrece 99 maneras de relatar un episodio trivial: “Partí de un incidente real y lo conté, primero doce veces de forma diferente, y, finalmente, fueron noventa y nueve. Se ha querido ver en ello una tentativa de demolición de la literatura, lo cual no era en absoluto mi intención, en todo caso mi intención era solo hacer unos ejercicios; el resultado es quizá desoxidar la literatura de sus diversos herrumbres, de sus costras. Si hubiese contribuido un poco a esto, estaría orgulloso, sobre todo si lo he hecho sin aburrir al lector” (Bâtons, chiffres, lettres. París, Gallimard, 1966).
   Reproducimos cinco entradas.


Relato
   Una mañana a mediodía, junto al parque Monceau, en la plataforma trasera de autobús casi completo de la línea S (en la actualidad el 84), observé a un personaje con el cuello bastante largo que llevaba un sombrero de fieltro rodeado de  un cordón trenzado en lugar de cinta. Este individuo interpeló, de golpe y porrazo, a su vecino, pretendiendo que lo pisoteaba adrede cada vez que subían o bajaban viajeros. Pero abandonó rápidamente la discusión para lanzarse sobre un sitio que había quedado libre.
   Dos horas más tarde, volví a verlo delante de la estación Saint-Lazare, conversando con un amigo que le aconsejaba disminuir el escote del abrigo haciéndose subir el botón superior por algún sastre competente.

Paleto
   Pos anque no tenia encasi niun rial ni desos cachocartones pal viaje ni ná, me subí ala camioneta. Aluego questaba dentro del carromato queicen en la capital autobús, tuavía pude ir sentao ytó anque to apretao, medio ringao y to tieso. Pos tuve que pagar y con pacencia me pongoservar al personal cabía alredor, yascuchá, pos no me veo un caganllón cn un cacho güito asurdo del to. No sus figuráis qué piazo pescuezo tenía. Una risión. El sombrero con una guita trenzá lo mesmo que la dun melitar, tiaseguro. Y dempues, de golpe y porrazo, cátate que senrita con una probe persona que no hubiá guantao muncho más, anque miá por onde deseguida dimpués desto apreta a correr el cangallón huyendo comuncuete asentare.
   Güeno, pos unaesas cosas que namás pasan en la capital. Siguro que naide hubiá adevinao quiba topármelo otro viaje, el cangallón. Aluego, nomás dos horas dimpués delanteun edificio comuna catredal de grandismo. Menúo. Aistaba el caganllón dantes pasiándose darriba pabajo conotro gandul asín como él. Pos lotro gandul asín comoel leicía; “Me paice de verdad, leicía, que te sería mester dir hacerte poner el botón de la zamarra”. Eso leicía el gandul.
  
Retrógrado
   Te deberías añadir un botón en el abrigo, le dice su amigo. Me lo encontré en medio de la plaza de Roma, después de haberlo dejado cuando se precipitaba con avidez sobre un asiento. Acaba de protestar por el empujón de otro viajero que, según él, le atropellaba cada vez que bajaba alguien. Este descarnado joven era portador de un sombrero ridículo. Esto ocurrió en la plataforma de un S completo aquel mediodía.

Pasota
   O sea, qué palo, colega, el cacharro no venía ni de coña. Y yo que llegaba tarde al curre. Y luego, qué alucine, qué pasote, iba lleno cantidad. Y me veo, o sea, un chorbo cantidad de pirao, con un sombrero cutre, mangui perdido. Y de pronto le dice a un pringao que lo estaba pisoteando, el muy plasta, que le había dejado el pie chungo. De pena, colega. Jo, qué demasiao, qué fuerte. ¡No veas! Y en pleno mosqueo, al tío le da corte, pasa total, y se larga a sentarse a toda hostia.
   Y, o sea, dos horas más tarde, vaya tela, colega, me lo veo enrollao con un tronco que le comía el coco diciéndole que estaría guay con otro botón en la chupa. ¿Vale o no vale, tío?

Tanka
Un bus vetusto.
¡Zas! Monta un mentecato.
Hay zipizape
Más tarde en Saint-Lazare
Un botón como tema.

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