EJERCICIOS DE ESTILO
Raymond Queneau
Madrid,
Catedra, 2016 (16ª ed), 162 págs.
Versión
y estudio introductorio de Antonio Fernández Ferrer
Raymond Queneau (Le Habre, 1903- París,
1976) es autor de una dilatada trayectoria que se vertió en los empeños más
dispares: poeta, novelista, letrista de canciones famosas, actor, guionista y
realizador cinematográfico, traductor, dramaturgo, pintor… Ejercicios de Estilo es una de sus obras más conocidas. En ella
ofrece 99 maneras de relatar un episodio trivial: “Partí de un incidente real y
lo conté, primero doce veces de forma diferente, y, finalmente, fueron noventa
y nueve. Se ha querido ver en ello una tentativa de demolición de la
literatura, lo cual no era en absoluto mi intención, en todo caso mi intención
era solo hacer unos ejercicios; el resultado es quizá desoxidar la literatura
de sus diversos herrumbres, de sus costras. Si hubiese contribuido un poco a
esto, estaría orgulloso, sobre todo si lo he hecho sin aburrir al lector” (Bâtons, chiffres, lettres. París,
Gallimard, 1966).
Reproducimos cinco entradas.
Relato
Una mañana a
mediodía, junto al parque Monceau, en la plataforma trasera de autobús casi
completo de la línea S (en la actualidad el 84), observé a un personaje con el
cuello bastante largo que llevaba un sombrero de fieltro rodeado de un cordón trenzado en lugar de cinta. Este
individuo interpeló, de golpe y porrazo, a su vecino, pretendiendo que lo
pisoteaba adrede cada vez que subían o bajaban viajeros. Pero abandonó
rápidamente la discusión para lanzarse sobre un sitio que había quedado libre.
Dos horas más
tarde, volví a verlo delante de la estación Saint-Lazare, conversando con un
amigo que le aconsejaba disminuir el escote del abrigo haciéndose subir el
botón superior por algún sastre competente.
Paleto
Pos anque no
tenia encasi niun rial ni desos cachocartones pal viaje ni ná, me subí ala
camioneta. Aluego questaba dentro del carromato queicen en la capital autobús,
tuavía pude ir sentao ytó anque to apretao, medio ringao y to tieso. Pos tuve que
pagar y con pacencia me pongoservar al personal cabía alredor, yascuchá, pos no
me veo un caganllón cn un cacho güito asurdo del to. No sus figuráis qué piazo
pescuezo tenía. Una risión. El sombrero con una guita trenzá lo mesmo que la
dun melitar, tiaseguro. Y dempues, de golpe y porrazo, cátate que senrita con
una probe persona que no hubiá guantao muncho más, anque miá por onde deseguida
dimpués desto apreta a correr el cangallón huyendo comuncuete asentare.
Güeno, pos
unaesas cosas que namás pasan en la capital. Siguro que naide hubiá adevinao
quiba topármelo otro viaje, el cangallón. Aluego, nomás dos horas dimpués
delanteun edificio comuna catredal de grandismo. Menúo. Aistaba el caganllón
dantes pasiándose darriba pabajo conotro gandul asín como él. Pos lotro gandul
asín comoel leicía; “Me paice de verdad, leicía, que te sería mester dir hacerte
poner el botón de la zamarra”. Eso leicía el gandul.
Retrógrado
Te deberías
añadir un botón en el abrigo, le dice su amigo. Me lo encontré en medio de la
plaza de Roma, después de haberlo dejado cuando se precipitaba con avidez sobre
un asiento. Acaba de protestar por el empujón de otro viajero que, según él, le
atropellaba cada vez que bajaba alguien. Este descarnado joven era portador de
un sombrero ridículo. Esto ocurrió en la plataforma de un S completo aquel mediodía.
Pasota
O sea, qué
palo, colega, el cacharro no venía ni de coña. Y yo que llegaba tarde al curre.
Y luego, qué alucine, qué pasote, iba lleno cantidad. Y me veo, o sea, un
chorbo cantidad de pirao, con un sombrero cutre, mangui perdido. Y de pronto le
dice a un pringao que lo estaba pisoteando, el muy plasta, que le había dejado
el pie chungo. De pena, colega. Jo, qué demasiao, qué fuerte. ¡No veas! Y en
pleno mosqueo, al tío le da corte, pasa total, y se larga a sentarse a toda
hostia.
Y, o sea, dos
horas más tarde, vaya tela, colega, me lo veo enrollao con un tronco que le
comía el coco diciéndole que estaría guay con otro botón en la chupa. ¿Vale o
no vale, tío?
Tanka
Un
bus vetusto.
¡Zas!
Monta un mentecato.
Hay
zipizape
Más
tarde en Saint-Lazare
Un
botón como tema.
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