ESPECIE
Susana Martín Gijón
Madrid, Alfaguara, 2021, 462 págs.
Nacida en Sevilla en 1981, Susana Martín Gijón fue Asesora jurídica especializada en relaciones internacionales y derechos humanos, Directora del Instituto de la Juventud de Extremadura y Presidenta del Comité contra el Racismo, la Xenofobia y la Intolerancia. Ha publicado una trilogía de novelas extensas bajo el epígrafe del primer título, Más que cuerpos (2013), Desde la eternidad (2014), Vino y pólvora (2016), y otra trilogía de narraciones cortas: Pensión Salamanca (2016), Destino Gijón (2017) y Expediente Medellín (2017, premio Cubelles Noir de 2018), todos ellos pertenecientes a la saga protagonizada por la policía Annika Kaunda. Con su novela corta Náufragos (2015), publicada por la Editora Regional de Extremadura, resultó finalista del Premio de Novela Corta Felipe Trigo. Sus relatos han sido seleccionados para su publicación en varias antologías, como La mar y sus gentes o Vacaciones de verano inolvidables.
Con Progenie
(Madrid, Alfaguara, 2020) inició un nuevo ciclo narrativo protagonizado por la
inspectora Camino Vargas, jefa de Homicidios en una comisaría de Sevilla por la
baja laboral de su jefe, Francisco Arenas. En esta segunda entrega, a las órdenes de la comisaria
Ángeles Mora y al frente de un equipo de miembros ya conocidos (el subinspector
Alcalá, los oficiales molina y Casas…) y nuevas incorporaciones (como la novata
Evita Gallego, cuyo protagonismo será esencial), la inspectora se enfrenta en unos
pocos días de un otoño sevillano de sofocante calor y chaparrones repentinos a
una serie de muertes demenciales: en la Sevilla más vieja y céntrica (plaza de
la Alfalfa, Alameda de Hércules…) aparecen tres cuerpos que han sido
salvajemente torturados (uno de ellos decapitado y con las extremidades
amputadas, otro golpeado hasta que han quebrado todos sus huesos, otro
alimentado a la fuerza hasta provocarle un paro cardiaco). Todos han sido
trasladados desde otro lugar y eso es lo único que en apariencia tienen en
común. Pero pronto alguien hará caer en la cuenta al equipo que parecen “recreaciones”
de los modos de masacrar ciertos animales en la industria cárnica y cosmética,
lo que pone a la asociación de defensa de derechos de los animales en el punto
de mira de las sospechas, pero ¿es posible que uno de esos jóvenes idealistas
que denuncian el maltrato animal haya sido el autor de esas horribles muertes?
Liderado por la inspectora Camino, el equipo se irá envolviendo en una trama
compleja con derivaciones imprevistas (¿estará relacionado este caso con otros
similares, ocurridos en Florencia y en Nueva York) y nuevas desapariciones, que
llevaran al lector en volandas hasta un desenlace a la vez verosímil y sorprendente.
Comunicada con una prosa eficaz y una estructura de secuencias narrativas breves y ágiles, la autora logra mantener el suspense hasta los últimos capítulos, pero también denunciar alguna de las lacras de nuestro presente. Reproducimos un capítulo que presenta a dos de las víctimas en el cubil del monstruo.
“Poco a poco el efecto del narcótico se ha ido diluyendo y la claridad regresa a su mente, aunque hubiera preferido que no lo hiciera. Sigue encajado en esa jaula de cuatro paredes, solo que ahora no está en la camioneta, sino en una habitación de unos cinco metros cuadrados junto a una mujer aprisionada. La cadena continúa atenazándole el cuello y los grilletes aprisionando muñecas y tobillos. Paco oye cómo sus huesos crujen al cambiar de postura en el espacio minúsculo al que ha sido confinado. Está furioso por haberse dejado atrapar como un novato.
Piensa en el destino que tendrá reservado
para él, y no le resulta difícil intuir por dónde irá. Le gustaría creer que se
equivoca, pero ha matado a demasiados animales en su vida como para que ahora
ese monstruo no se lo haga pagar en su propia piel.
Mira a la mujer frente a él. Una cucaracha
le sube hasta la cara, que está enclaustrada entre barrotes. Parece que el bicho
va a metérsele en los ojos, pero en el último momento se da la vuelta y
desciende cuello abajo. Paco siente una repugnancia terrible. Sin embargo, a
ella parece darle igual. Sabe que conserva algún jirón de vida, porque ha
notado un débil subir y bajar rítmico en la caja torácica. La resignación por
la que se ha dejado llevar es tan admirable como terrorífica. Él no quiere eso.
No quiere perder toda esperanza y quedarse aguardando a que la Parca venga a por
él. No lo hizo en el pasado y no lo hará ahora.
Trata de pensar en algo agradable. Evoca las
últimas cenas con Camino. El adobo, los serranitos, las cervezas, sus
carcajadas frescas, la compenetración trabajando juntos. Su olor y la forma en
que frunce la frente cuando algo no le cuadra. O la ceja que enarca cuando sabe
que le está tomando el pelo. Su mirada seria, nerviosa, el instante en que él
la tomó por los hombros y acercó sus labios a los de ella. Casi, casi la besa.
Pero se achantó. Nadie sabe cuánto se arrepiente” [pp. 347-348].
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